No necesito ya las fotos de antes
para en tu memoria honrarte,
ni el olor de tu piel entre tus prendas.
No necesito tus rosarios ni tus huellas,
ni la tersura de tu mano amada
en la mía, vencida, acurracada.
Te sé viva y libre en otro espacio,
en un lugar azul sin rosas, sin espinas,
en un tiempo sin reloj ni calendarios,
donde nada te agita ni te angustia,
donde nadie te grita ni te busca,
y donde no hay ventanas sino puertas.
No sé muy bien dónde ni cuándo,
de qué manera o en qué tacón de esquina
yo volveré a encontrarme con tus pasos:
voy a seguirte, Sombra, como en sueños,
nos volveremos a tomar del brazo,
no iremos ya a llorarnos a una misa.
Seremos libres juntas, ya no Sombra...
Y mientras tanto, ya no te rezo yo,
mientras, corren los ríos y los trenes
mientras, se arruga mi piel,
y el tiempo, impaciente gusano,
mancha mis manos como lo hizo con las tuyas.
La luz hace que en reflejos me visites:
yo te tengo por siempre en cada ocaso,
en cada uno de mis amaneceres desvelados,
en mi baile de adulta, en mi cocina y en mi canto,
en mis prendas amplias y turquesas, en mi risa
y en la Sombra que antes nos asustaba tanto.