Powered By Blogger

viernes, 13 de enero de 2023

Luminiscencia



   Había nacido su primogénito varón. Emergía por vez primera del encierro invernal al que la habían confinado los cálidos cuidados que requería un bebé de bajo peso, pero lo hacía en auto para trasladarlo a su primera visita con su pediatra. Miraba hacia afuera, luego de un tiempo que se le había hecho eterno por tan poco sueño y tanto aprendizaje, un tiempo intenso de mirar hacia adentro, hacia las entrañas de su maternidad, que reflejaba alma pura en todos los espejos. Miraba con asombro por la ventana del coche con el bebé en sus brazos envuelto en mantas celestes que olían a cielo, luego del rito iniciático de haberlo entalcado y perfumado para parirlo ahora al mundo exterior en un día sombrío de fría lluvia espesa. Observaba con atenta curiosidad a todos los que iban y venían sumergidos en sus rutinas de trabajo o de obligadas compras bajo sus paraguas grises. Y, de pronto, los paraguas, los maletines y las mochilas, las bolsas de compras, los zapatos mojados, los cuerpos, sus rostros y sus ojos extasiaban su miradada de iluminada mística postnatal con el brillo de un aura que desprendían y que a todos elevaba sobre las calles mojadas. Era como si lo cotidiano conocido traspasara las fronteras de lo físico y material y lo dejara suspendido en la tenue luz de ese aura que lo envolvía. Y al mirar, sólo ella veía con asombro todo aquello que se le hacía espiritual, tal como ella misma se sentía devenida madre y reflejada en los espejos. Todo se había convertido en pura luminiscencia en la húmeda grisura de las calles que recorría como por vez primera, con la misma intensidad de la primera mirada turquesa de su hijo recién nacido clavada en en el ambar de los suyos bajo la tenue luz de la sala de partos.

                                                                                                      13/1/1937     In Memoriam