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jueves, 20 de octubre de 2022

La familia como camino





    Yo soy una mas de aquellos que creen que la familia es lo que nos toca en suerte. No es un camino que nosotros elegimos andar, y hasta a veces hay que elegir abandonar, pagando el peaje con dolor. De todas maneras, entiendo que se hace menester lograr comprender su razón de ser, que no es lo mismo que tener el poder de cambiarla, mas allá de la propia visión de ese camino que nos toca transitar dentro y fuera de esa familia de la que venimos y de la formamos. Esto lo aprendí de un breve librito que estoy releyendo, un libro basado en la idea de la polaridad que todo individuo y familia encarna: somos luz y sombra al mismo tiempo: "Quien mira hacia afuera, sueña, quien mira hacia adentro, despierta",  según las palabras del Maestro Jung.

  El libro en cuestión se titula "La enfermedad como camino". Y en este camino de mi propia enfermedad, de mi propia "disfuncionalidad" - tal como mi propia familia la llama -, en este presente de sentimientos ambiguos, creo haber aprendido algo de esta lectura, aunque siempre queda mucho camino por andar. Los autores, de origen germánico, justamente se nutren del concepto de la polaridad Jungiana, asentado a su vez en la visión dualista del Ying y el Yang - de origen Taoísta - ,que tantos llevan tatuado en la piel como imagen de moda, tal vez sin comprender del todo de qué se trata. 

  Rescato de esta lectura sanadora una ley denominada "la ley de principio complementario", de acuerdo a la cual:   

"(...) cada parte contiene el todo (Pars pro toto). Teóricamente, la idea es simple, pero su puesta en práctica es ardua, por lo que el ser humano se resiste a aceptarla. (...) el ser humano no puede estar completo, es decir, sano, mientras se inhiba, mientras se resista a admitir algo en su conciencia.

En este universo no hay nada que no tenga razón de ser, pero hay muchas cosas cuya justificación escapa al individuo. En realidad, todos los esfuerzos del ser humano sirven a este fin: descubrir la razón de ser de las cosas - a esto llamamos tomar conciencia- pero no cambiar las cosas. No hay nada que cambiar ni que mejorar, como no sea la propia visión.


Sabiduría, plenitud y toma de conciencia significan: poder reconocer y contemplar todo lo que es en su forma verdadera."

Es este el camino que siento estar recorriendo a paso muy lento, y el que, a veces, se me hace un túnel eterno, un oscilante claroscuro, casi tan circular como el ciclo vital.





lunes, 14 de marzo de 2022

Muerte esperada

 


Cuando alguien muere, lo primero que hay que hacer es nada.
No salgas corriendo a llamar a la enfermera. No agarres el teléfono.
Respirá hondo y permitite estar presente conectando con la magnitud del momento.
Hay una enorme gracia al estar cerca de la cama de alguien que amás mientras hace su transición hacia otro mundo. En ese momento en el que toma su último aliento, hay una gracia sagrada en el espacio. Se rasga el velo entre dos mundos - tal como sucede en el momento del nacimiento.

Estamos tan desprevenidos, sabemos tan poco de cómo lidiar con la muerte que, a veces, entramos en pánico.
- ¡Se murió!
Sabíamos que iba a morir, así que la muerte no es una sorpresa. No debería serlo...
No es un problema que hay que resolver.
Es muy triste, pero no debería ser causa de pánico.

Simplemente es momento de respirar profundo, detenernos y realmente estar presentes a lo que está sucediendo. Si estás en casa, tal vez podrías poner la pava y hacerte una taza de té. Podrías sentarte en la cama y solo conectar con la experiencia dentro de la habitación. Podrías preguntarte qué está pasando para vos y qué está pasando para ellos. ¿Qué otras presencias están allí que podrían estar apoyándolos en su camino? Sintonizá con ese momento con todo tu espíritu. La pausa le da a tu alma la oportunidad de equilibrarse, porque no importa lo preparados que creamos estar, una muerte sigue siendo un shock. Si pasamos directamente al modo "hacer", y llamamos a la ambulancia o al hospital, nunca tendremos la oportunidad de absorber la inmensidad del evento.
Date cinco minutos, diez minutos, quince minutos, sólo para ser.
Nunca volverás a tener ese tiempo de vuelta si no te lo tomás ahora.

Después de eso, hacé lo más pequeño que puedas. Llamá a quienes necesitan ser llamados. Participá en aquello que en lo se requiere estar involucrado, pero despacio y mínimamente. Movete muy, muy lentamente, porque este es un tiempo en el que no es fácil para el cuerpo separarse del alma.

Nuestros cuerpos pueden galopar hacia delante, pero nuestras almas generalmente no logran alcanzarlos. Si tenés la posibilidad de estar tranquilo y presente, no la dejes pasar. Aceptá y aclimatá, sintonizá con lo que está sucediendo.
Entonces, como un tren que se pone en marcha, vas a estar mejor preparado para todo lo que sucede después de una muerte. No vas a tener la oportunidad de recuperar el aliento más tarde. Tenés que hacerlo ahora.

Estar presente en los momentos después de la muerte es un regalo increíble para vos mismo, para los que te rodean, y , sobre todo, es un regalo para quien acaba de morir. Sólo están a un pelo de distancia. Están apenas comenzando su nuevo viaje en un mundo sin un cuerpo. Si generás un ambiente tranquilo alrededor de ese cuerpo y en la habitación, se lanzan al viaje de un modo más bello, lleno de gracia. Es en verdad un servicio que impacta sobre ambos lados del velo que acaba de rasgarse.

Texto tomado de Facebook y editado.