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sábado, 24 de diciembre de 2022

Una mujer sola en Navidad

                                                        



                                                               (Basado en hechos reales)


Una mujer en la barra de un bar,
como un osado desnudo:
un espectáculo digno de admirar
para todo solitario empedernido,
 una invitación a adivinar
qué será lo que hasta aquí la ha traído.

Una mujer, un claroscuro a pintar,

entre tanto borracho sin sentido,
tiene más que una pena que olvidar
del dolor que le causa un ser perdido
que en las sombras insiste en perdurar,
sentada y sola, mujer en llanto enmudecido.

El barman, silencioso y singular,
iniciado en las artes celestiales del batido,
el veneno indicado ha de mezclar
siendo su fuerte el pasar inadvertido.
- Señora, dígame: ¿Qué va a tomar?
Imagino que lo va a querer helado...


 - Si fueras yo, ¿Qué elegirías para tomar,
si saltear estas fiestas fuera tu cometido?
 Que sea algo que me ayude a olvidar
 tanto deseo de felicidad remanido
que no me haga sentir tan fuera de lugar:
algo fuerte y bien servido...

Nada mas.

domingo, 16 de octubre de 2022

Subjuntivo



Debería quitarme el Subjuntivo,
ese modo sutil y complicado
de querer el calor cuando hago frío,
de preferir tu seco a mi mojado
y de añorar aquello que no ha sido
desperdiciando así mi Indicativo.


Debería quitarme de los labios
la expresión cotidiana del deseo
que a una magia falluta subordino,
todo eso que cuelgo del destino
para cuando de cambio sople el viento 
haciendo impersonal a mi albedrío. 

Debería empezar esta mañana 

 abonando la tierra de esto tengo,

desmalezar a mi jardín del ojalá,
con mis muertos enterrar a mi pasado, 
asumir que mis miedos son mis riesgos 
y desterrar como hereje a la esperanza 


de ser otra en el tiempo, de otra horma, 

una mujer sin nido pero alada,

una que vuela más alto y ve más lejos...


Yo debería, Vida, y lo intento:
                                                             el deseo de ese Indicativo
es el presente lo que trato de nutrir cada mañana.

viernes, 30 de septiembre de 2022

Sin vuelo en verso


Celebrar raíces 

no solo el fruto

color tersura

de flor colmada


Alivianar esta ingravidez

desde el silencio

la voz vacía

del nuevo día


Acariciar lo endeble

del tronco seco

de agua de lluvia

del cielo lágrima


 Fluyendo leve 

en el misterio

herida abierta

corteza áspera


Iluminando noche

oscuro cielo 

que no me ampara

 cada mañana


Sombras y luces 

de mi universo

hacerlas una

 sin añoranza


Cordura ausente

de mi desvío 

que urgente clama

por ser sanada


Lograr tejerme

en el presente de aquel pasado

que es lo que queda

que hoy es la trama


  sin la demanda

                                                     sin la exigencia

                                                                              sin vuelo en verso

                                                                         que me detiene.



sábado, 10 de septiembre de 2022

Apropiación del cuerpo

           




El psi me da una consulta virtual una vez por semana.

Emplea un eufemismo, un diagnóstico impreciso,

que expide en receta por duplicado y por whatsapp

 con letra ilegible de médico: típico.

Siempre la encabeza:

"Receta de emergencia COVID-19

válida por 7 días".


"Trastorno de estado de ánimo", 

así él lo diagnostica, apelando al Manual DSM-5,

al pie de la lista de fármacos

que cuestan una fortuna...

Pero ambos sabemos bien

que de depresión hablamos,

acá, en Argentina, y hasta en la China...


De densos duelos yo vengo,

de ausencias, pérdidas,

menopausia y del puto barbijo grueso: gruesa como quedé yo.

Estuve tirada 

en el living, sobre el sillón,

con ganas de hacer casi nada

por meses y por semanas con el frío del calor.



El otro día el psi me dijo,

lo más tranquilo, en llamada entrecortada,

que, para salir de este estado maldito,

tengo que "apropiarme de mi cuerpo"...

¿De qué apropiamiento me habla?

Difícilmente esto que soy yo hoy podría lograrlo pronto...

Y encima después me pregunta: - ¿Estás apurada?




¿De cuál de todos mis cuerpos me estará hablando este tipo?

¿Del que fue, del que es o del que se avecina?

La verdad, hasta él mismo lo admite,

es más fácil para cualquier tipo no hacerse mucho problema

por pelos, canas, calvicie, panza, marcas del tiempo en el cuerpo y la cara...

Gorra con onda, anteojos de sol, barba freudiana, prolijita y arreglada, y listo. 

Todo eso está bien visto: fijate vos que a las minas nos resultan atractivos.



Yo añoro a aquella que fui hace un tiempo, no tanto,

sólo unos años, esos que pasan volando

- como aun escucho decir a las viejas de la familia...

Añoro a mi prístino rostro, mi largo cabello rubio, mis ojos y su mirada, 

mi baile con piernas firmes, mis senos erguidos, asibles,

mis brazos torneados de ir tanto a aquel gimnasio

que ahora, en la postpandemia, quedó cerrado.




                                    Añoro a aquella mujer que robaba las miradas,

a esa que, en cualquier esquina, ganaba piropos y bocinazos

miradas, piropos, bocinas que, ahora, liga mi hija, a quien adoro,

cuando a mi lado camina, muy de vez en cuando, claro,

por tener su rutina de estudios, novio, gimnasio y eternas salidas.

Mientras que yo aquí, enojada, sola y de madrugada, escribo

en el nido vacío, entre las prendas que ella dejó sembradas por toda la casa.





Hay que ser una mujer bien plantada 

en las raíces de la vida

- raíces que, a veces, parece, se van secando con el paso de los años -

para no desapropiarse de una misma,

con tanto cambio, tanto dolor, tanto vacío en el nido

para aprender a caminar de nuevo por esas calles de siempre 

sin desear andar cubierta por una capa de niebla.




Las mujeres de estos tiempos nos empeñamos en obedecer 

 los mandatos de la era del cuerpo perfecto y el "forever young".

A mí lo que mas me apena 

es que mis hijos me vean tan diferente a quien su madre era,

a esa madre que se sentía tan fuerte, tan plena,

esa mujer escindida entre ser mujer y madre, a quien la hacía bonita

el perfume que emanaba del sudor de aquel ahínco en la rutina del día a día.



- ¡Así es la vida, Señora mía!


Y antes de terminar la llamada,

al final de una consulta de unos 40 minutos, 

la ansiosa paciente pregunta, inocente y genuinamente:

- ¿Y cuánto demoran en hacer efecto todos estos remedios?

¿No se receta algún fármaco para la apropiación del cuerpo, Doctor?

Algo para derrotar a esta sensación corpórea de alma quebrada,

aunque resulte invisible, aunque pocos la comprendan y casi nadie la perciba.


viernes, 9 de septiembre de 2022

Subjuntivo

                                                     



                                                   Debería quitarme el Subjuntivo,

                                                        ese modo sutil y complicado

de querer el calor cuando hago frío,
de preferir tu seco a mi mojado
y de añorar aquello que no ha sido
desperdiciando así mi Indicativo.


Debería quitarme de los labios
la expresión cotidiana del deseo
que a una magia falluta subordino,
todo eso que cuelgo del destino
para cuando de cambio sople el viento 
haciendo impersonal a mi albedrío. 


Debería empezar esta mañana 
abonando la tierra de esto tengo,
desmalezar a mi jardín del ojalá,
con mis muertos enterrar a mi pasado, 
asumir que mis miedos son mis riesgos 
y desterrar como hereje a la esperanza 


de ser otra en el tiempo, de otra horma, 
una mujer sin nido pero alada,
una que vuela más alto y ve más lejos...


Yo debería, vida, mas no puedo:
el deseo es el as bajo mi manga
y yo llevo al Subjuntivo en el alma.

Del color de febrero

                                                         

                                                               Tanto afán por perdurar,

 por cumplir un año más,
tanto brindar y celebrar
por otra meta a alcanzar,
por otro sueño a realizar...

Solo la cordura pido
de acordarme siempre de esto
— mi plegaria en el silencio  :
 la vida me arde como el fuego
y es del color de febrero.

Que no me olvide nunca de eso:
que la vida no es llegada ni partida
sino andar de travesía,
como agua cristalina
entre piedras del desierto.

(Fuego y agua: aquí van mis tres deseos...)

Que me asista la humildad
de estar siempre bien parada
para recibir la oleada.
Que la fuerza de mi viaje
sea un prisma singular.

 Que en el libro que yo escriba
nunca editen mi destino,
que nada haya de ejemplar
en mi propio capítulo,
ni se espere un gran final.

Yo soy



Yo soy.


Comienzo los días

de una vida que, a ratos, se me hace vacía

intentando no identificarme

con aquello que el mundo

dice que yo soy,

con lo que lleva sello en mi documento,

en todos mis diplomas,

en mi libreta roja de casamiento,

en mi negro registro de conductora

de un vehículo que yo ni siquiera conduzco, 

que yo ya no tengo,

y que no deseo poseer para probar que soy.




Yo soy.

Puedo enumerar una larga lista

de habilidades, de capacidades y de derroteros:

lenguas, palabras, alhajas,

empleos,

nombres, lugares, pinturas,

sabores, olores, colores,

árboles, poemas, todas las canciones

que me subyugaron,

que me prometieron

muchísimo más de lo que me dieron,

y esta soy yo: yo soy la que escribe su definición.



Yo soy.


Yo no soy aquello que decido ser.

Yo no soy aquello que adoro hacer.


Yo no soy quien otros creen que yo debo ser.

Y sé muy bien quien soy,

aunque yo no tenga una definición.



Soy un núcleo líquido en el que navego

cuando la marea de esta vida adulta

por fin se sosiega, por fin se me aquieta,

cuando el flujo cede en honda sintonía con mis propias lunas,

y puedo gozar en mis aguas mansas,

y puedo ser yo en mis playas blancas, desnuda.




Entonces me paro frente a mis espejos

y me veo en todo lo que ahora descreo:

esa imagen vana, que es sólo un reflejo,

y todas las premisas que se me han dispuesto

para ser quien soy,



simplemente eso: yo.

Adopción de nombre

                                                        




                                                                Llego a Borges,

le entro,

derrito el miedo:

 alegremente me pierdo

en ese laberinto del espejo,

me embriago de Arquetipos y Esplendores,

me lleno los pulmones de eucaliptos,

arribo al otro lado del ocaso,

me encuentro con un sueño sepultado:

                          detrás de los reflejos, presiento que ese Borges me ha nombrado.

 


Me fugo al mar, la invoco a mi Alfonsina,

acaricia la espuma mis talones,

evoco a quien mi nombre me ha legado

y grito, en el romper de un nuevo oleaje, en el despunte del otoño de mis días,

“Madre, Vos, con mi nombre, te has equivocado.”

Desde hoy, si él llama, diganle que yo a mi nombre lo he cambiado,

que no pienso irme a dormir, no todavía,

 que, a pesar de todas las heridas, aún tengo sed y hambre de vida,

que este es apenas mi bautismo de sal en la Poesía,

y que, desde hoy, en Libertad, de pie, a viva voz, decreto Yo que mi nombre es     Alfonsina Borges.


miércoles, 29 de diciembre de 2021

Una mujer sola





Una mujer en la barra de un bar
es casi como un acto de desnudo:
un espectáculo digno de admirar
para todo solitario empedernido,
una buena invitación a adivinar
qué será lo que hasta ella la ha traído.

Una mujer sola, oscura, en un bar
entre algunos borrachos sin sentido
tiene más que una pena que olvidar,
el dolor que le causa algún descuido;
su presencia se hace afrenta popular,
sentada y desarmada, es casi un alarido.

El barman, atractivo y singular,
iniciado en las artes celestiales del batido,
el veneno indicado ha de mezclar
siendo su fuerte el pasar inadvertido.
- Señora, dígame qué va a tomar?
Imagino que bien helado lo querrá...



- ¿Si fueras yo, qué elegirías tomar,
si es que no quisieras darte por vencido
en tu objetivo de estas Fiestas poder saltear?
Que sea algo bien fuerte y bien servido,
algo que al menos me haga olvidar
que se impone estar festivo...

jueves, 21 de octubre de 2021

Clavel del aire

  




Como clavel del aire

me hago del viento,

nado en el tiempo,

fucsia y violácea,

desraizada,

como colgando

de la corteza

áspera y hueca

de lo aéreo, 

de lo etéreo

de todo aquello

que doy 

por muerto.


Clavel del aire:

¡Llevame lejos!

Huyamos juntos,

como dos huérfanos,

de nuestros nombres

de nuestra sangre:

ya nadie llama...

Y mi llamado

aire con sangre, 

lágrima y viento,

es el de la huida 

de esta herida

fucsia y violácea.

lunes, 11 de octubre de 2021

Nos vamos a ir dejando






Nos vamos a ir dejando, 

aunque sea por un tiempo:

tus promesas siempre 

se me hacen tan esquivas.

¡Dejame ser realista, te lo pido!

Sos una de esas figuritas difíciles:

cuanto más quiero asirte,

más te alejás de mí,

al intentar medirte,

me aburro y me frustro sin medida,

cuando busco llenarme de vos, 

quedo vacía de mí,

sola, fría, en la calle, 

en Pampa y la vía.

Cuanto más te rehúyo

 más me hacés falta.

Sos como un tren que corro

y se me escapa en la distancia,

el convite a una cita

que siempre queda postergada.

 Mil veces me dijeron

que no eras para mí,

y yo misma noto

lo extraña que resulta 

tu presencia en mi vida...

Debería ser pragmática:

que, para juegos, yo ya estoy grandecita...

Al pan, pan, y al vino, vino.

Y listo.

Basta ya de imágenes 

y metáforas forzadas.

Me buscás cuando a vos te viene en gana -

y eso no es justo -,

siempre a las horas más inoportunas...

Me sacás de la cama aún con sueño,

me eludís con la rutina cotidiana,

siempre parece que hay algo 

más importante, más urgente

que el deseado encuentro,

y entonces te me vas por la tangente...

De noche me venís como en tibias bocanadas,

me mantenés despierta y expectante,

te presto oído atento,

te abro el pecho,

me desnudo de mi identidad mundana,

te fantaseo como loba en luna llena,

aúllo en el desierto,

me pongo en celo,

bajo la luz, enciendo velas, me desvelo,

te dedico mi música romántica,

tengo, de hecho, varias playlists hechas en tu nombre,

ardés en el fuego de mil y un inciensos,

te presiento en el perfume de todas mis fragancias,

te hago té de vainilla con canela hasta de madrugada,

y, aún así, cuando deseo tenerte,

te escapás de mí con alguna excusa vaga:

que este no es el momento,

que por acá no es, que así no va,

que esto no puede ser,

 que no parece prudente ni correcto,

que el mundo ni se entera,

que nunca cambia nada,

que esto no nos dará nada

más que llenar el ocio 

o, peor aún, pagar mi propio ego,

que ya pasó de moda

 o que no hay nada original en todo esto,

que hay otros y otras, más relevantes, 

más hondos, que calan hasta el hueso,

que ellos antes ya fueron un suceso, 

y que están los más osados y geniales

que seguro vendrán después de esto:

mirá qué bien lo hacen,

qué bien les va,

mucho mejor que a vos y a mí, 

después de tanto, y después de todo,

que ya pasó nuestro mejor momento,

que el horno no está para bollos 

ni hoy, ni nunca...

Y es así como me voy despedazando,

me decepciono, me reprocho

el amarte tanto aunque me des tan poco,

me canso de perseguirte hasta en los sueños,

de querer fundirme yo en tus pasos

en camisón, descalza, hasta en los techos,

el buscarte en cada amanecer por mi ventana, 

en la penumbra del rincón s íntimo y secreto,

y de luego perderte sin querer 

en el primer renglón ni bien abro los ojos...

Me hastía que me hagas sentir inadecuada,

insuficiente, bizarra, anticuada,

pretensiosa, fantasiosa, remilgada,

fuera de mi propio espacio y de mi tiempo,

una loca incomprendida, una ridícula, una desubicada.


Así que acá plantemos, te lo ruego.

No me busques más,

mi querida Poesía:

que en mi rosal siempre sobran las espinas

para que anide tu Rosa adorada.

domingo, 22 de agosto de 2021

Sombra




No necesito ya las fotos de antes

para en tu memoria honrarte,

ni el olor de tu piel entre tus prendas.

No necesito tus rosarios ni tus huellas,

ni la tersura de tu mano amada 

en la mía, vencida, acurracada.


Te sé viva y libre en otro espacio,

en un lugar azul sin rosas, sin espinas,

en un tiempo sin reloj ni calendarios,

donde nada te agita ni te angustia,

donde nadie te grita ni te busca,

y donde no hay ventanas sino puertas.


No sé muy bien dónde ni cuándo,

de qué manera o en qué tacón de esquina

yo volveré a encontrarme con tus pasos:

voy a seguirte, Sombra, como en sueños,

nos volveremos a tomar del brazo,

no iremos ya a llorarnos a una misa.


Seremos libres juntas, ya no Sombra...

Y mientras tanto, ya no te rezo yo, 

mientras, corren los ríos y los trenes

mientras, se arruga mi piel, 

y el tiempo, impaciente gusano,

mancha mis manos como lo hizo con las tuyas.


La luz hace que en reflejos me visites:

yo te tengo por siempre en cada ocaso,

en cada uno de mis amaneceres desvelados,

en mi baile de adulta, en mi cocina y en mi canto,

en mis prendas amplias y turquesas, en mi risa

y en la Sombra que antes nos asustaba tanto.


martes, 10 de agosto de 2021

Mi eterna compañera




Si hay algo que esta peste sí ha logrado 

- además de hacernos crueles, ignorantes y porfiados,

además de pensar "Algo mal este habrá hecho,

habrá sido descuidado, por algo habrá pasado".


Si hay algo bueno y bello en todo esto,

además de los discos y poemas que ha devuelto,

las canciones de ayer, el libro de cocina de la abuela,

el gusto descocido por el arte, las plantas, las macetas,


los amaneceres detrás de tu ventana, el fuego en el hogar,

los chocolates, los bailes ancestrales, las ganas de más mar,

los pájaros que vienen a mi patio, mi gato, el desparpajo,

el sol que, lento, nos deleita entre los dedos, el pelo largo,


la urgencia por salir, correr, vibrar, reír, 

por bebernos la vida a fondo blanco;

si hay algo, será, pues, esa certeza 

que a menudo, soberbios, nos obviamos...


¡Me ha de tocar un día a mí y he de partir!

Tal vez le toque a quien de mí cuida o depende,

y entonces quede sola, viuda, huérfana

o, lo que es peor aún, sin descendencia, en vida muerta.


Confieso que, temiendo lo peor, yo me hice el bolso,

dejé instrucciones breves pegadas a la heladera:

les dije que no quiero ropas negras ni quiero flores,

tan solo una canción, esa que tanto amo,


la que habla de esta soledad eterna que

desde que nací me ha acompañado,

la que suele visitarme en horas como esta

en las que, sola, le escribo a mi eterna compañera.






Sting - It's Probably Me (feat. Eric Clapton) (Original Video Clip)