El psi me da una consulta virtual una vez por semana.
Emplea un eufemismo, un diagnóstico impreciso,
que expide en receta por duplicado y por whatsapp
con letra ilegible de médico: típico.
Siempre la encabeza:
"Receta de emergencia COVID-19
válida por 7 días".
"Trastorno de estado de ánimo",
así él lo diagnostica, apelando al Manual DSM-5,
al pie de la lista de fármacos
que cuestan una fortuna...
Pero ambos sabemos bien
que de depresión hablamos,
acá, en Argentina, y hasta en la China...
De densos duelos yo vengo,
de ausencias, pérdidas,
menopausia y del puto barbijo grueso: gruesa como quedé yo.
Estuve tirada
en el living, sobre el sillón,
con ganas de hacer casi nada
por meses y por semanas con el frío del calor.
El otro día el psi me dijo,
lo más tranquilo, en llamada entrecortada,
que, para salir de este estado maldito,
tengo que "apropiarme de mi cuerpo"...
¿De qué apropiamiento me habla?
Difícilmente esto que soy yo hoy podría lograrlo pronto...
Y encima después me pregunta: - ¿Estás apurada?
¿De cuál de todos mis cuerpos me estará hablando este tipo?
¿Del que fue, del que es o del que se avecina?
La verdad, hasta él mismo lo admite,
es más fácil para cualquier tipo no hacerse mucho problema
por pelos, canas, calvicie, panza, marcas del tiempo en el cuerpo y la cara...
Gorra con onda, anteojos de sol, barba freudiana, prolijita y arreglada, y listo.
Todo eso está bien visto: fijate vos que a las minas nos resultan atractivos.
Yo añoro a aquella que fui hace un tiempo, no tanto,
sólo unos años, esos que pasan volando
- como aun escucho decir a las viejas de la familia...
Añoro a mi prístino rostro, mi largo cabello rubio, mis ojos y su mirada,
mi baile con piernas firmes, mis senos erguidos, asibles,
mis brazos torneados de ir tanto a aquel gimnasio
que ahora, en la postpandemia, quedó cerrado.
a esa que, en cualquier esquina, ganaba piropos y bocinazos
miradas, piropos, bocinas que, ahora, liga mi hija, a quien adoro,
cuando a mi lado camina, muy de vez en cuando, claro,
por tener su rutina de estudios, novio, gimnasio y eternas salidas.
Mientras que yo aquí, enojada, sola y de madrugada, escribo
en el nido vacío, entre las prendas que ella dejó sembradas por toda la casa.
- ¡Así es la vida, Señora mía!
Y antes de terminar la llamada,
al final de una consulta de unos 40 minutos,
la ansiosa paciente pregunta, inocente y genuinamente:
- ¿Y cuánto demoran en hacer efecto todos estos remedios?
¿No se receta algún fármaco para la apropiación del cuerpo, Doctor?
Algo para derrotar a esta sensación corpórea de alma quebrada,
aunque resulte invisible, aunque pocos la comprendan y casi nadie la perciba.