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lunes, 14 de marzo de 2022

Muerte esperada

 


Cuando alguien muere, lo primero que hay que hacer es nada.
No salgas corriendo a llamar a la enfermera. No agarres el teléfono.
Respirá hondo y permitite estar presente conectando con la magnitud del momento.
Hay una enorme gracia al estar cerca de la cama de alguien que amás mientras hace su transición hacia otro mundo. En ese momento en el que toma su último aliento, hay una gracia sagrada en el espacio. Se rasga el velo entre dos mundos - tal como sucede en el momento del nacimiento.

Estamos tan desprevenidos, sabemos tan poco de cómo lidiar con la muerte que, a veces, entramos en pánico.
- ¡Se murió!
Sabíamos que iba a morir, así que la muerte no es una sorpresa. No debería serlo...
No es un problema que hay que resolver.
Es muy triste, pero no debería ser causa de pánico.

Simplemente es momento de respirar profundo, detenernos y realmente estar presentes a lo que está sucediendo. Si estás en casa, tal vez podrías poner la pava y hacerte una taza de té. Podrías sentarte en la cama y solo conectar con la experiencia dentro de la habitación. Podrías preguntarte qué está pasando para vos y qué está pasando para ellos. ¿Qué otras presencias están allí que podrían estar apoyándolos en su camino? Sintonizá con ese momento con todo tu espíritu. La pausa le da a tu alma la oportunidad de equilibrarse, porque no importa lo preparados que creamos estar, una muerte sigue siendo un shock. Si pasamos directamente al modo "hacer", y llamamos a la ambulancia o al hospital, nunca tendremos la oportunidad de absorber la inmensidad del evento.
Date cinco minutos, diez minutos, quince minutos, sólo para ser.
Nunca volverás a tener ese tiempo de vuelta si no te lo tomás ahora.

Después de eso, hacé lo más pequeño que puedas. Llamá a quienes necesitan ser llamados. Participá en aquello que en lo se requiere estar involucrado, pero despacio y mínimamente. Movete muy, muy lentamente, porque este es un tiempo en el que no es fácil para el cuerpo separarse del alma.

Nuestros cuerpos pueden galopar hacia delante, pero nuestras almas generalmente no logran alcanzarlos. Si tenés la posibilidad de estar tranquilo y presente, no la dejes pasar. Aceptá y aclimatá, sintonizá con lo que está sucediendo.
Entonces, como un tren que se pone en marcha, vas a estar mejor preparado para todo lo que sucede después de una muerte. No vas a tener la oportunidad de recuperar el aliento más tarde. Tenés que hacerlo ahora.

Estar presente en los momentos después de la muerte es un regalo increíble para vos mismo, para los que te rodean, y , sobre todo, es un regalo para quien acaba de morir. Sólo están a un pelo de distancia. Están apenas comenzando su nuevo viaje en un mundo sin un cuerpo. Si generás un ambiente tranquilo alrededor de ese cuerpo y en la habitación, se lanzan al viaje de un modo más bello, lleno de gracia. Es en verdad un servicio que impacta sobre ambos lados del velo que acaba de rasgarse.

Texto tomado de Facebook y editado.