Cuando por fin empezó a aflojar el encierro, gracias a las vacunas, y lentamente intentamos volver a hacer cosas que nos recuerdan la vida normal interrumpida, fui notando los vacíos enormes que había causado el bombardeo de esta guerra viral en pleno siglo XXI. Para esos tampoco hay cura. Las estadísticas mediáticas hablan de grupos etarios o raciales más golpeados que otros. Yo tomo como referencia la geografía de lo cotidiano y familiar. En mi cuadra, fuimos las mujeres quienes resultamos más golpeadas: al lado de casa, una mujer en sus cincuenta perdió el trabajo y sobrevive de lo que gana su hijo veinteañero, con quien comparte un monoambiente alquilado que da a la calle. Por la mañana temprano corre sola en el parque, pero aún no se anima a hacerlo respirando sin barbijo. Los fines de semana por la tarde se encarga de convertir en jardín un cantero yermo de la esquina que sus dueños ya no atienden hacía más de un año, porque no han vuelto a abrir la oficina por falta de clientes. Arriba del monoambiente, la esposa del médico quedó viuda. Apenas si salía alguna que otra mañana por escasos víveres remedios hasta hace unos meses, y parece que se le vino la vida encima: luce como una vieja enferma. Hace semanas que ya no la veo en la calle. Solo se asoma por la ventana cuando le tocan el timbre los chicos del delivery para hacerle la entrega de medicamentos. Enfrente, la que ya era viuda antes de la pandemia sigue encerrada en su caserón. No da la impresión de que la visiten mucho. De su rosal brotó una sola rosa hermosa esta primavera, que a veces se permite salir a mirar y oler, como esta mañana. El vidriero de al lado de la viuda bajó las persianas del local y de la vida antes de la entrada de la primavera luego de perder a su Perla. Adentro, en la oscuridad, quedó el árbol que yo le había podado y fertilizado cuando ya no podía más con la maceta, y cuando yo todavía creía que íbamos a poder con una primavera más.
viernes, 5 de noviembre de 2021
sábado, 30 de octubre de 2021
El estrecho del deseo
Voy a beber toda la sed que hay en tus ojos
Voy a dinamitar el tedio en tu mirada
Voy a escalar el arco de tus cejas
y a sembrar todo un jardín de margaritas
desabrochando el último botón de tu camisa.
Voy a fundar una isla en tu pecho
y cruzaré, desnuda, hecha medusa,
el río de tus dudas
para arrastrarte, hecha bruma,
al mar de mis certezas.
En el estrecho del deseo yo te sueño:
te cito en cada noche desvelada,
cada interminable tarde de domingo,
cada mañana de tormenta o de viento
y te hago mío cada vez que así le place a mi deseo.
lunes, 25 de octubre de 2021
Un hombre solo con el jazz
Agazapado en un rincón de la penumbra, en la era de la "Nueva Normalidad", intenta beber su soledad sorbo a sorbo y acallar los gritos de su pena con la música. Primero se prohibió fumar aquí adentro, ahora se ha prohibido respirar y se le tiene miedo hasta al aire: una guerra perdida, una locura que le quitó incluso el sueño. Y él perdió a su mujer y así perdió su aire. Busca en vano algún consuelo. Chequea el celular porque no pudo todavía borrar sus últimos mensajes desde la terapia donde ella murió entubada y sola. Es un hombre solo con el jazz, tratando de probarse a sí mismo que la vida continúa, aun sin ella, más allá de la pandemia, aunque no logra dejar de temer al que se la arrebató, dejándolo sin compañera, sin aire y sin normalidad.
jueves, 21 de octubre de 2021
Clavel del aire
Como clavel del aire
me hago del viento,
nado en el tiempo,
fucsia y violácea,
desraizada,
como colgando
de la corteza
áspera y hueca
de lo aéreo,
de lo etéreo
de todo aquello
que doy
por muerto.
Clavel del aire:
¡Llevame lejos!
Huyamos juntos,
como dos huérfanos,
de nuestros nombres
de nuestra sangre:
ya nadie llama...
Y mi llamado
aire con sangre,
lágrima y viento,
es el de la huida
de esta herida
fucsia y violácea.
lunes, 11 de octubre de 2021
Nos vamos a ir dejando
Nos vamos a ir dejando,
aunque sea por un tiempo:
tus promesas siempre
se me hacen tan esquivas.
¡Dejame ser realista, te lo pido!
Sos una de esas figuritas difíciles:
cuanto más quiero asirte,
más te alejás de mí,
al intentar medirte,
me aburro y me frustro sin medida,
cuando busco llenarme de vos,
quedo vacía de mí,
sola, fría, en la calle,
en Pampa y la vía.
Cuanto más te rehúyo
más me hacés falta.
Sos como un tren que corro
y se me escapa en la distancia,
el convite a una cita
que siempre queda postergada.
Mil veces me dijeron
que no eras para mí,
y yo misma noto
lo extraña que resulta
tu presencia en mi vida...
Debería ser pragmática:
que, para juegos, yo ya estoy grandecita...
Al pan, pan, y al vino, vino.
Y listo.
Basta ya de imágenes
y metáforas forzadas.
Me buscás cuando a vos te viene en gana -
y eso no es justo -,
siempre a las horas más inoportunas...
Me sacás de la cama aún con sueño,
me eludís con la rutina cotidiana,
siempre parece que hay algo
más importante, más urgente
que el deseado encuentro,
y entonces te me vas por la tangente...
De noche me venís como en tibias bocanadas,
me mantenés despierta y expectante,
te presto oído atento,
te abro el pecho,
me desnudo de mi identidad mundana,
te fantaseo como loba en luna llena,
aúllo en el desierto,
me pongo en celo,
bajo la luz, enciendo velas, me desvelo,
te dedico mi música romántica,
tengo, de hecho, varias playlists hechas en tu nombre,
ardés en el fuego de mil y un inciensos,
te presiento en el perfume de todas mis fragancias,
te hago té de vainilla con canela hasta de madrugada,
y, aún así, cuando deseo tenerte,
te escapás de mí con alguna excusa vaga:
que este no es el momento,
que por acá no es, que así no va,
que esto no puede ser,
que no parece prudente ni correcto,
que el mundo ni se entera,
que nunca cambia nada,
que esto no nos dará nada
más que llenar el ocio
o, peor aún, pagar mi propio ego,
que ya pasó de moda
o que no hay nada original en todo esto,
que hay otros y otras, más relevantes,
más hondos, que calan hasta el hueso,
que ellos antes ya fueron un suceso,
y que están los más osados y geniales
que seguro vendrán después de esto:
mirá qué bien lo hacen,
qué bien les va,
mucho mejor que a vos y a mí,
después de tanto, y después de todo,
que ya pasó nuestro mejor momento,
que el horno no está para bollos
ni hoy, ni nunca...
Y es así como me voy despedazando,
me decepciono, me reprocho
el amarte tanto aunque me des tan poco,
me canso de perseguirte hasta en los sueños,
de querer fundirme yo en tus pasos
en camisón, descalza, hasta en los techos,
el buscarte en cada amanecer por mi ventana,
en la penumbra del rincón más íntimo y secreto,
y de luego perderte sin querer
en el primer renglón ni bien abro los ojos...
Me hastía que me hagas sentir inadecuada,
insuficiente, bizarra, anticuada,
pretensiosa, fantasiosa, remilgada,
fuera de mi propio espacio y de mi tiempo,
una loca incomprendida, una ridícula, una desubicada.
Así que acá plantemos, te lo ruego.
No me busques más,
mi querida Poesía:
que en mi rosal siempre sobran las espinas
para que anide tu Rosa adorada.
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