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lunes, 11 de octubre de 2021

Nos vamos a ir dejando






Nos vamos a ir dejando, 

aunque sea por un tiempo:

tus promesas siempre 

se me hacen tan esquivas.

¡Dejame ser realista, te lo pido!

Sos una de esas figuritas difíciles:

cuanto más quiero asirte,

más te alejás de mí,

al intentar medirte,

me aburro y me frustro sin medida,

cuando busco llenarme de vos, 

quedo vacía de mí,

sola, fría, en la calle, 

en Pampa y la vía.

Cuanto más te rehúyo

 más me hacés falta.

Sos como un tren que corro

y se me escapa en la distancia,

el convite a una cita

que siempre queda postergada.

 Mil veces me dijeron

que no eras para mí,

y yo misma noto

lo extraña que resulta 

tu presencia en mi vida...

Debería ser pragmática:

que, para juegos, yo ya estoy grandecita...

Al pan, pan, y al vino, vino.

Y listo.

Basta ya de imágenes 

y metáforas forzadas.

Me buscás cuando a vos te viene en gana -

y eso no es justo -,

siempre a las horas más inoportunas...

Me sacás de la cama aún con sueño,

me eludís con la rutina cotidiana,

siempre parece que hay algo 

más importante, más urgente

que el deseado encuentro,

y entonces te me vas por la tangente...

De noche me venís como en tibias bocanadas,

me mantenés despierta y expectante,

te presto oído atento,

te abro el pecho,

me desnudo de mi identidad mundana,

te fantaseo como loba en luna llena,

aúllo en el desierto,

me pongo en celo,

bajo la luz, enciendo velas, me desvelo,

te dedico mi música romántica,

tengo, de hecho, varias playlists hechas en tu nombre,

ardés en el fuego de mil y un inciensos,

te presiento en el perfume de todas mis fragancias,

te hago té de vainilla con canela hasta de madrugada,

y, aún así, cuando deseo tenerte,

te escapás de mí con alguna excusa vaga:

que este no es el momento,

que por acá no es, que así no va,

que esto no puede ser,

 que no parece prudente ni correcto,

que el mundo ni se entera,

que nunca cambia nada,

que esto no nos dará nada

más que llenar el ocio 

o, peor aún, pagar mi propio ego,

que ya pasó de moda

 o que no hay nada original en todo esto,

que hay otros y otras, más relevantes, 

más hondos, que calan hasta el hueso,

que ellos antes ya fueron un suceso, 

y que están los más osados y geniales

que seguro vendrán después de esto:

mirá qué bien lo hacen,

qué bien les va,

mucho mejor que a vos y a mí, 

después de tanto, y después de todo,

que ya pasó nuestro mejor momento,

que el horno no está para bollos 

ni hoy, ni nunca...

Y es así como me voy despedazando,

me decepciono, me reprocho

el amarte tanto aunque me des tan poco,

me canso de perseguirte hasta en los sueños,

de querer fundirme yo en tus pasos

en camisón, descalza, hasta en los techos,

el buscarte en cada amanecer por mi ventana, 

en la penumbra del rincón s íntimo y secreto,

y de luego perderte sin querer 

en el primer renglón ni bien abro los ojos...

Me hastía que me hagas sentir inadecuada,

insuficiente, bizarra, anticuada,

pretensiosa, fantasiosa, remilgada,

fuera de mi propio espacio y de mi tiempo,

una loca incomprendida, una ridícula, una desubicada.


Así que acá plantemos, te lo ruego.

No me busques más,

mi querida Poesía:

que en mi rosal siempre sobran las espinas

para que anide tu Rosa adorada.

jueves, 7 de octubre de 2021

La indómita luz




Deseo ardiente

de escribir un escándalo de verso

en esta tarde mía tan vacía.


Enciendo un sahumerio,

incienso y naranja es el verbo...

Invoco palabras,

"...no pasa nada, nada pasa".


-¡No es así como se escribe!

-me maldigo, me enfurezco...

-"Estás buscando direcciones

en libros para cocinar..."



Entonces me visita

la palabra Poesía

bordada en música:

"La indómita luz".


Me nombra.

Me calza.

Todo dicho.

Todo escrito.




Luis Alberto Spinetta - Rezo por Vos (En Vivo) ft. Charly García


sábado, 2 de octubre de 2021

Un duelo en proceso





Nunca nadie me había dicho que el duelo 

se sentía tan parecido al miedo.

No tengo miedo, 

pero la sensación es como la de tener miedo:

el mismo malestar estomacal,


el mismo desasosiego,

                  el letargo...

                              Sigo forzándome a tragar.


Otras veces se siente 


                         como estar un poco borracha o conmocionada. 


Hay una especie de frazada invisible entre el mundo y yo. 


                                                  Encuentro difícil asimilar lo que me dicen. 


O tal vez, difícil el querer asimilarlo.



Es tan poco interesante. 


Sin embargo, quiero tener gente alrededor mío. 


Temo los momentos en que la casa se queda vacía.


                                 Desearía que hablaran unos con otros y no conmigo.



C.S.  Lewis, "Un duelo en proceso", Capítulo 1, Extracto.



miércoles, 29 de septiembre de 2021

La generosidad


"Kindness, Naomi Shihab Nye - 1952-



Before you know what kindness really is
you must lose things,
feel the future dissolve in a moment
like salt in a weakened broth.
What you held in your hand,
what you counted and carefully saved,
all this must go so you know
how desolate the landscape can be
between the regions of kindness.
How you ride and ride
thinking the bus will never stop,
the passengers eating maize and chicken
will stare out the window forever.

Before you learn the tender gravity of kindness
you must travel where the Indian in a white poncho
lies dead by the side of the road.
You must see how this could be you,
how he too was someone
who journeyed through the night with plans
and the simple breath that kept him alive.

Before you know kindness as the deepest thing inside,
you must know sorrow as the other deepest thing.
You must wake up with sorrow.
You must speak to it till your voice
catches the thread of all sorrows
and you see the size of the cloth.
Then it is only kindness that makes sense anymore,
only kindness that ties your shoes
and sends you out into the day to gaze at bread,
only kindness that raises its head
from the crowd of the world to say
It is I you have been looking for,
and then goes with you everywhere
like a shadow or a friend.





La generosidad, 
Poema de Naomi Shihab Nye, 1952.

Para saber lo que es 
en verdad la generosidad
deberás perder cosas,
sentir que el futuro se disuelve en un 
instante
como la sal en un guiso soso.
Lo que tenías en la mano, 
lo que contabas y 
cuidadosamente guardabas,
todo esto debe desaparecer para que aprendas
cuán desolado el paisaje puede 
llegar a ser
en las regiones de 
la generosidad.
Cómo podés andar y andar
pensando que el ómnibus nunca va 
a parar,
los pasajeros comiendo polenta con pollo
mirando por la ventanilla 
eternamente.

Para aprender lo que es la tierna 
gravedad de la generosidad
deberás viajar donde el 
Indio en su poncho blanco
yace muerto al lado del 
camino.
Deberás darte cuenta de que podés 
ser vos,
como él también fue alguien
que viajó de 
noche con planes
y el simple aliento que 
le daba la vida.


Para descubrir a la generosidad como 
la cosa más profunda dentro tuyo,
deberás conocer el dolor como
la otra cosa más profunda todavía.
Deberás despertar junto al 
dolor.
Deberás hablarle hasta que tu 
voz
hile las madejas de todos los 
dolores
y veas el tamaño del tejido.
Sólo entonces es cuando la generosidad
cobrará sentido,
esa generosidad que ata los cordones de tus 
zapatos
y te fuerza a comenzar el 
día en busca de tu pan,
esa generosidad que te fuerza a levantar 
la cabeza
de la multitud del mundo
para decir
Es a mí a quien buscabas,
y entonces vaya con vos 
a todos lados
como sombra o como amiga.




martes, 21 de septiembre de 2021

Girasol de agosto

 

"El Girasol", Gustav Klimt, 1906-7, Óleo sobre lienzo.



       El viaje no fue un viaje externo sino un convite, una necesidad desplazada por largo tiempo, de mirar hacia adentro. Me viajé entera. Viajé por todo el pasado vivido, gozado y padecido que recuerdo, con lagunas aquí y allá, con campos bien arados, otros resecos, y unos cuantos inundados o simplemente abandonados, yermos. Los recuerdos de mi pasado tienen una geografía semejante a la de ese paisaje sobre el cual mis ojos por fin descansaban de tantas lágrimas tras la ventanilla en aquella mañana soleada y ventosa de agosto en la que hui de lo que me quedaba de los míos y de mi casa. Y las sombras lánguidas de los árboles a la vera de la ruta se me hacían las emociones que me habían habitado en distintos momentos, asomándose por la ventanilla de mis vivencias en los momentos más trascendentales de mi existencia. Había mucho miedo en esas sombras largas e irregulares. Había parvas de inseguridad y un gran fardo de falta de coraje y autoestima sobre esos campos que se perdían en el horizonte limpio y borroso del mediodía. Los molinos de viento desdibujados por los reflejos del sol eran la representación de mi perenne necesidad de llamar la atención del viento, de decir "¡Aquí estoy: esta soy yo, y estoy deseando volar!". Esa necesidad de validación y de amor incondicional que nunca había encontrado en los vientos familiares hasta que decidí que me las iba a prodigar yo misma. Hubo un tramo de la ruta en el que atravesé un campo lleno de girasoles florecidos en pleno mes de agosto. Una rareza que presentí como un signo, un presagio, mi única compañía y consuelo. Se me ocurrió que esos girasoles, regodeándose bajo el poderoso sol del mediodía, habían logrado encontrar el zenit que yo nunca me permití salir a buscar en mi propia vida. Yo deseaba ser un girasol de agosto. Aunque hasta esa madrugada, había vivido como las vacas que pastaban sobre los campos y buscan sombra al mediodía: cubriendo mis necesidades básicas, haciendo aquello que de mí se esperaba, dejándome preñar, amparándome bajo carteles cuando llovía, produciendo leche para alimentar, amamantando a mi cría, pero siempre dentro de los límites de un campo arado y cercado, sin asomar la cabeza fuera del perímetro de lo que se me presentaba como lo seguro para ver que había más allá de lo que yo creía era la verdura habitable para mí. Nunca una aventura. Un intento de fuga como este. Una travesura. Una osadía. Era tan aburrida como una vaca, sí... Definitavemente. Y así me sentía: aburrida de la vida. Me conectaba con ese deseo verde y amarillo de ser un girasol de agosto, ese deseo eterno y rebelde de vivir regida sólo por el sol y regada sólo por la lluvia, de conectar con las raíces más profundas de la tierra, de lo simple, lejos de la ciudad, un girasol de agosto  mecido por el viento, sintiéndose solo y único, una rareza, vamos - que ni yo misma jamás termino de comprender ni de aceptar -, condenada a ser siempre eso: una rareza para el resto de los girasoles bajo el sol de agosto en el campo.