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viernes, 9 de septiembre de 2022

Yo soy



Yo soy.


Comienzo los días

de una vida que, a ratos, se me hace vacía

intentando no identificarme

con aquello que el mundo

dice que yo soy,

con lo que lleva sello en mi documento,

en todos mis diplomas,

en mi libreta roja de casamiento,

en mi negro registro de conductora

de un vehículo que yo ni siquiera conduzco, 

que yo ya no tengo,

y que no deseo poseer para probar que soy.




Yo soy.

Puedo enumerar una larga lista

de habilidades, de capacidades y de derroteros:

lenguas, palabras, alhajas,

empleos,

nombres, lugares, pinturas,

sabores, olores, colores,

árboles, poemas, todas las canciones

que me subyugaron,

que me prometieron

muchísimo más de lo que me dieron,

y esta soy yo: yo soy la que escribe su definición.



Yo soy.


Yo no soy aquello que decido ser.

Yo no soy aquello que adoro hacer.


Yo no soy quien otros creen que yo debo ser.

Y sé muy bien quien soy,

aunque yo no tenga una definición.



Soy un núcleo líquido en el que navego

cuando la marea de esta vida adulta

por fin se sosiega, por fin se me aquieta,

cuando el flujo cede en honda sintonía con mis propias lunas,

y puedo gozar en mis aguas mansas,

y puedo ser yo en mis playas blancas, desnuda.




Entonces me paro frente a mis espejos

y me veo en todo lo que ahora descreo:

esa imagen vana, que es sólo un reflejo,

y todas las premisas que se me han dispuesto

para ser quien soy,



simplemente eso: yo.

Adopción de nombre

                                                        




                                                                Llego a Borges,

le entro,

derrito el miedo:

 alegremente me pierdo

en ese laberinto del espejo,

me embriago de Arquetipos y Esplendores,

me lleno los pulmones de eucaliptos,

arribo al otro lado del ocaso,

me encuentro con un sueño sepultado:

                          detrás de los reflejos, presiento que ese Borges me ha nombrado.

 


Me fugo al mar, la invoco a mi Alfonsina,

acaricia la espuma mis talones,

evoco a quien mi nombre me ha legado

y grito, en el romper de un nuevo oleaje, en el despunte del otoño de mis días,

“Madre, Vos, con mi nombre, te has equivocado.”

Desde hoy, si él llama, diganle que yo a mi nombre lo he cambiado,

que no pienso irme a dormir, no todavía,

 que, a pesar de todas las heridas, aún tengo sed y hambre de vida,

que este es apenas mi bautismo de sal en la Poesía,

y que, desde hoy, en Libertad, de pie, a viva voz, decreto Yo que mi nombre es     Alfonsina Borges.


Tras tu mirada azul

                                                           Quiero saber lo qué sentís

Tras tu mirada azul

Te equivocás, te desangrás

Tras tu mirada azul

Tras tu mirada azul


    Podrán decir que tu tren ya se fue

Vos lo dejaste ir

Pero para el qué dirán 

Hay un sueño en tu ser

Tras tu mirada azul


Puede que alguna vez

Intentés sonreír

Tras tu mirada azul

La penosa verdad

Es que a mares llorás

Tras tu mirada azul

Tras tu mirada...

Tras tu mirada azul


Es que el tiempo es veloz

  No te resignes

Aferrate a tu sueño 

 Y concretalo


Porque...

Ya no hay nada en tu haber

Que te va a detener

Si no es tu propio ser

Y yo sé

Que a pesar del dolor

La esperanza aun vive en vos

Tras tu mirada azul

Tras tu mirada...


Vos sabés que la gente...

La gente puede decir

Que tu tren ya pasó

Y lo dejaste ir

Yo quisiera saber

Qué es lo que te pasa a vos

Tras tu mirada 

                                           azul   




Paul Carrack - "Eyes of Blue" - Live


Nota: el color azul en inglés se vincula con la trizteza...

lunes, 14 de marzo de 2022

Muerte esperada

 


Cuando alguien muere, lo primero que hay que hacer es nada.
No salgas corriendo a llamar a la enfermera. No agarres el teléfono.
Respirá hondo y permitite estar presente conectando con la magnitud del momento.
Hay una enorme gracia al estar cerca de la cama de alguien que amás mientras hace su transición hacia otro mundo. En ese momento en el que toma su último aliento, hay una gracia sagrada en el espacio. Se rasga el velo entre dos mundos - tal como sucede en el momento del nacimiento.

Estamos tan desprevenidos, sabemos tan poco de cómo lidiar con la muerte que, a veces, entramos en pánico.
- ¡Se murió!
Sabíamos que iba a morir, así que la muerte no es una sorpresa. No debería serlo...
No es un problema que hay que resolver.
Es muy triste, pero no debería ser causa de pánico.

Simplemente es momento de respirar profundo, detenernos y realmente estar presentes a lo que está sucediendo. Si estás en casa, tal vez podrías poner la pava y hacerte una taza de té. Podrías sentarte en la cama y solo conectar con la experiencia dentro de la habitación. Podrías preguntarte qué está pasando para vos y qué está pasando para ellos. ¿Qué otras presencias están allí que podrían estar apoyándolos en su camino? Sintonizá con ese momento con todo tu espíritu. La pausa le da a tu alma la oportunidad de equilibrarse, porque no importa lo preparados que creamos estar, una muerte sigue siendo un shock. Si pasamos directamente al modo "hacer", y llamamos a la ambulancia o al hospital, nunca tendremos la oportunidad de absorber la inmensidad del evento.
Date cinco minutos, diez minutos, quince minutos, sólo para ser.
Nunca volverás a tener ese tiempo de vuelta si no te lo tomás ahora.

Después de eso, hacé lo más pequeño que puedas. Llamá a quienes necesitan ser llamados. Participá en aquello que en lo se requiere estar involucrado, pero despacio y mínimamente. Movete muy, muy lentamente, porque este es un tiempo en el que no es fácil para el cuerpo separarse del alma.

Nuestros cuerpos pueden galopar hacia delante, pero nuestras almas generalmente no logran alcanzarlos. Si tenés la posibilidad de estar tranquilo y presente, no la dejes pasar. Aceptá y aclimatá, sintonizá con lo que está sucediendo.
Entonces, como un tren que se pone en marcha, vas a estar mejor preparado para todo lo que sucede después de una muerte. No vas a tener la oportunidad de recuperar el aliento más tarde. Tenés que hacerlo ahora.

Estar presente en los momentos después de la muerte es un regalo increíble para vos mismo, para los que te rodean, y , sobre todo, es un regalo para quien acaba de morir. Sólo están a un pelo de distancia. Están apenas comenzando su nuevo viaje en un mundo sin un cuerpo. Si generás un ambiente tranquilo alrededor de ese cuerpo y en la habitación, se lanzan al viaje de un modo más bello, lleno de gracia. Es en verdad un servicio que impacta sobre ambos lados del velo que acaba de rasgarse.

Texto tomado de Facebook y editado.

martes, 1 de febrero de 2022

La luz en las tinieblas

                        



"La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella."
                                                                                                             Juan 1:5, La Biblia




   Desde afuera, el edificio vidriado de la Casa de la Usura, en medio de la soleada plazoleta, parece luminoso y bien ventilado, y sin embargo, las ventanas permanecen cerradas todo el día, y el Usurero solo utiliza la luz en la laberíntica entrada como señuelo. Quien ingresa a él, se encuentra con un harem de mujeres dóciles y poco agraciadas, bien adiestradas para que al Usurero sólo lleguen los que a él le interesan a través de un enjambre de teléfonos internos. Para acceder a su despacho, es necesario descender una escalera angosta, y es allí donde, detrás de un escritorio cubierto de papeles y carpetas, el Usurero se mece sobre su silla negra y enorme, todo vestido de gris. No hay en el recinto ni una ventana, ni una rendija: todo está iluminado por una tenue luz eléctrica que emana de su lámpara de pie. Sobre el flanco izquierdo, aún conserva el escritorio de su padre muerto: el Usurero fundacional. Sobre la pared derecha, tiene un marco donde cuelga decenas de llaveros, y es lícito imaginar que todo los valores mal habidos que maneja están allí escondidos bajo llave, y que sólo es él quien sabe dónde, cómo y cuándo usarlas. 

Mi entrevista fue muy breve, sus respuestas a mis preguntas, ambiguas y esquivas, su sonrisa, una mueca harto ensayada que me revolvió las tripas. Indagó sobre todo lo que el mundo de la Usura avala: ascendencia, títulos, posesiones, garantías y posición visible y tangible en su  submundo inmundo. Se aventuró a darme consejos paternales acerca del bienestar de mi propia descendencia sin que yo se los pidiera. Cuando estaba a punto de dar la entrevista por terminada, antes de emerger a la plazoleta soleada, casi enferma de la nausea que traía desde la mañana, recibí un mensaje en mi celular que iluminó la pantalla. La luz de mi teléfono se reflejó en la medalla que llevaba yo colgada al cuello, y al llegar el az de luz a sus ojos, alzó su mano izquierda para cubrir su mirada de la luminosidad, sin dejar lugar a duda de que la luz de aquel mensaje había dado de lleno en el núcleo de las tinieblas.