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sábado, 24 de diciembre de 2022

Una mujer sola en Navidad

                                                        



                                                               (Basado en hechos reales)


Una mujer en la barra de un bar,
como un osado desnudo:
un espectáculo digno de admirar
para todo solitario empedernido,
 una invitación a adivinar
qué será lo que hasta aquí la ha traído.

Una mujer, un claroscuro a pintar,

entre tanto borracho sin sentido,
tiene más que una pena que olvidar
del dolor que le causa un ser perdido
que en las sombras insiste en perdurar,
sentada y sola, mujer en llanto enmudecido.

El barman, silencioso y singular,
iniciado en las artes celestiales del batido,
el veneno indicado ha de mezclar
siendo su fuerte el pasar inadvertido.
- Señora, dígame: ¿Qué va a tomar?
Imagino que lo va a querer helado...


 - Si fueras yo, ¿Qué elegirías para tomar,
si saltear estas fiestas fuera tu cometido?
 Que sea algo que me ayude a olvidar
 tanto deseo de felicidad remanido
que no me haga sentir tan fuera de lugar:
algo fuerte y bien servido...

Nada mas.

sábado, 3 de diciembre de 2022

Sigue tu destino

FRAGMENTO DE UN POEMA DE FERNANDO PESSOA
(traducido del portugués 
en versión personal)

     SIGUE TU DESTINO

 Sigue tu destino,
Riega tus plantas, 
Ama tus rosas.
El resto es la sombra
De un árbol vecino.

La realidad
No siempre 
Es aquello que anhelás.
Ya no seré nunca
La misma que era.

viernes, 28 de octubre de 2022

Ansiedad



     En la última sesión, le pregunté por la razón de tanta ansiedad. Y él me dio una explicación que me puso aun mas ansiosa por la mera razón de que estoy ansiosa por sentirme mejor lo mas pronto posible:

 La ansiedad se relaciona con factores genéticos, ambientales y personales. Los factores personales se basan en experiencias acumuladas a lo largo del desarrollo evolutivo del individuo... 

   Y a la mañana siguiente, al comenzar el día ansiosamente, como suele ocurrirme últimamente, me encontré en el patio, cubriéndose del sol de primavera, con esa niña que hace mucho tiempo fui, abatida por tanto maltrato, por tanta desconsideración por su condición de niña. A la luz del despuntar de otro día mas de ansiedad adulta, visualicé escenas de mi niñez, cuando florecía como las plantas y el árbol en las macetas a mi alrededor. Mi gato se mostraba sereno y plácido, recostado en un rincón soleado, haciéndome desear ser gato...




    Recordé entonces el uniforme del colegio de monjas al que asistí toda mi infancia y mi adolescencia, esas medias verdes hasta las rodillas que cubrían la realidad de que todas éramos únicas y diferentes, mientras se nos vendían Barbies al precio del deseo inalcanzable de encarnarlas algún día. Recordé a mi madre ansiosa por trenzar mi cabello para cumplir con la regla del cabello recogido. Recordé la rigidez de las filas, de la persignación y las plegarias al unísono al comenzar cada jornada escolar, de aquellos horarios inamovibles marcados por un timbrazo que tejían una rutina, que se detesta cuando se impone y se añora cuando no está. Recordé la amargura y el autoritarismo inflexible en los rostros de aquellas monjas que nos educaban en el cumplimiento académico a rajatabla a fuerza de tacharnos en rojo sangre, y en el temor a un Dios que nos castigaba y nos podía condenar al mismísimo Infierno, negándonos el Cielo, a un Dios que tragábamos en hostias tan blancas como el vestido de Primera Comunión. Nuestro único pecado inconfesable era no entender nada de todo aquello.

     Se me vino a la cabeza aquella travesura de meternos sin permiso en la capilla de ese oscuro y frío colegio porque se rumoreaba que uno de los Ángeles guardianes que flanqueaban el altar  -cerca de las reliquias óseas del Santo fundador de la congregación que me causaban tanta aprehensión-, movían sus ojos si los mirábamos un rato largo, al pobre Cristo sangrante clavado en la cruz, y conecté con el miedo y la humillación, con el sentirme a punto de orinarme encima, al ser llevada a la dirección para ser sermoneada por la Hermana Rectora por haber quebrantado las reglas de entrar al espacio prohibido y mas tentador: la censura disfrazada de obediencia debida de mi escolarización religiosa.

    Tantos "No" en mi casa paterna: no toques eso, no hables en la mesa mientras veo televisión o si estoy hablando yo, no comas tanto, no hagas ruido, no cantes ni bailes a la hora de la siesta, no andes con esos chicos, no vuelvas tarde... Y nunca me digas que no. A plena luz vi la sombra de lo que se me permitía sin permitirme ser yo.

    Tanto Falcón verde recorriendo las calles -mi territorio de fantasía y libertad -, tantas discusiones políticas en las reuniones familiares que terminaban en gritos y peleas, y mi pobre abuela inmigrante escapada de Franco, dueña de casa, tratando de que se bajara la voz por el peligro de que fuera escuchada. Tantas sospechas de lo peor para aquellos que "desaparecían". Tantas veces que detuvieron la marcha de nuestros recorridos en auto a punta de pistola para inspeccionarlo. Tantas arengas desafiantes de milicos despiadados emitidas por Cadena Nacional.

   Cadenas, negación, sinrazón, cárceles, cicatrices que quedaron en el cuerpo y en el alma de un tiempo que debió ser tierno y amoroso cobijo. Entonces comprendí mejor la explicación acerca de mi ansiedad del día anterior.



jueves, 20 de octubre de 2022

La familia como camino





    Yo soy una mas de aquellos que creen que la familia es lo que nos toca en suerte. No es un camino que nosotros elegimos andar, y hasta a veces hay que elegir abandonar, pagando el peaje con dolor. De todas maneras, entiendo que se hace menester lograr comprender su razón de ser, que no es lo mismo que tener el poder de cambiarla, mas allá de la propia visión de ese camino que nos toca transitar dentro y fuera de esa familia de la que venimos y de la formamos. Esto lo aprendí de un breve librito que estoy releyendo, un libro basado en la idea de la polaridad que todo individuo y familia encarna: somos luz y sombra al mismo tiempo: "Quien mira hacia afuera, sueña, quien mira hacia adentro, despierta",  según las palabras del Maestro Jung.

  El libro en cuestión se titula "La enfermedad como camino". Y en este camino de mi propia enfermedad, de mi propia "disfuncionalidad" - tal como mi propia familia la llama -, en este presente de sentimientos ambiguos, creo haber aprendido algo de esta lectura, aunque siempre queda mucho camino por andar. Los autores, de origen germánico, justamente se nutren del concepto de la polaridad Jungiana, asentado a su vez en la visión dualista del Ying y el Yang - de origen Taoísta - ,que tantos llevan tatuado en la piel como imagen de moda, tal vez sin comprender del todo de qué se trata. 

  Rescato de esta lectura sanadora una ley denominada "la ley de principio complementario", de acuerdo a la cual:   

"(...) cada parte contiene el todo (Pars pro toto). Teóricamente, la idea es simple, pero su puesta en práctica es ardua, por lo que el ser humano se resiste a aceptarla. (...) el ser humano no puede estar completo, es decir, sano, mientras se inhiba, mientras se resista a admitir algo en su conciencia.

En este universo no hay nada que no tenga razón de ser, pero hay muchas cosas cuya justificación escapa al individuo. En realidad, todos los esfuerzos del ser humano sirven a este fin: descubrir la razón de ser de las cosas - a esto llamamos tomar conciencia- pero no cambiar las cosas. No hay nada que cambiar ni que mejorar, como no sea la propia visión.


Sabiduría, plenitud y toma de conciencia significan: poder reconocer y contemplar todo lo que es en su forma verdadera."

Es este el camino que siento estar recorriendo a paso muy lento, y el que, a veces, se me hace un túnel eterno, un oscilante claroscuro, casi tan circular como el ciclo vital.





domingo, 16 de octubre de 2022

Subjuntivo



Debería quitarme el Subjuntivo,
ese modo sutil y complicado
de querer el calor cuando hago frío,
de preferir tu seco a mi mojado
y de añorar aquello que no ha sido
desperdiciando así mi Indicativo.


Debería quitarme de los labios
la expresión cotidiana del deseo
que a una magia falluta subordino,
todo eso que cuelgo del destino
para cuando de cambio sople el viento 
haciendo impersonal a mi albedrío. 

Debería empezar esta mañana 

 abonando la tierra de esto tengo,

desmalezar a mi jardín del ojalá,
con mis muertos enterrar a mi pasado, 
asumir que mis miedos son mis riesgos 
y desterrar como hereje a la esperanza 


de ser otra en el tiempo, de otra horma, 

una mujer sin nido pero alada,

una que vuela más alto y ve más lejos...


Yo debería, Vida, y lo intento:
                                                             el deseo de ese Indicativo
es el presente lo que trato de nutrir cada mañana.

viernes, 7 de octubre de 2022

La edad de las orquídeas

  



   La última gran adquisición de Grace es una orquídea que consiguió de rebaja en el vivero del barrio una tarde calurosa de domingo. Según le dijo el joven empleado que se acercó amablemente a informarla, viéndola tan embobada con ella, las orquídeas también tienen edad. Necesitan completar todo un ciclo vital para poder dar flor. Sería justo decir que es al florecer por primera vez cuando una orquídea entra a la edad adulta: es así de injusta, también, la vida de una orquídea. Y si bien el follaje de una orquídea puede resultar interesante, lo que la hace realmente valiosa es, naturalmente, su flor, que - como toda injusta belleza - vive apenas unas semanas. 


El atento muchacho - muy buen mozo, por cierto - pasó luego a adentrarse en los secretos iniciáticos del cultivo de las orquídeas domésticas que hacen que florezcan: que el riego, que la luz, que las temperaturas y la humedad, que los fertilizantes. Los cuidados deberán ajustarse, también, a la especie de orquídea que tengamos entre manos. Grace quedó debidamente advertida de que alguien que decide cuidar de una orquídea como aquella, debería, a su vez prepararse para cuidarla debidamente. En el vivero se dictan cursos los jueves por la noche para principiantes y avanzados en el arte. No hacía falta que el joven le dijera nada de todo aquello, tan gracioso y pintoresco como su camisa, abierta tres botones por los que no asomaba ni un sólo pelo. Grace ya había notado cómo tienen a todas las pobres orquídeas en ese vivero, bajo luces especiales, rodeadas de termómetros, clavadas a tutores, bajo el soplo de vida artificial de ventiladores, vaporizadores y calefactores encendidos a través de las estaciones, y siempre adentro. ¿Estos chicos jóvenes realmente creerán que hace falta tanto remilgo para llegar a vieja?

Bastaba con saber leer su mirada de maestra jardinera para jurar que se la iba a llevar a casa en el preciso momento en el que posó sus ojos a través de sus anteojos sobre esa preciosa flor amariposada que luce tan como ella, que no le importaba nada que esa única flor se cayera a los pocos días o que tomara casi un año más de cuidados intensivos intentar que floreciera de nuevo. No la iban a venir a amedrentar con la edad de las orquídeas justo a ella, que estaba atravesando el duelo de su mejor floración. Ella mejor que nadie sabe cuál es el valor de una orquídea, sabe que una orquídea vale más por ser quien es, por todos los inviernos internos sin flor, que por sus flores, y que nunca se la debería depreciar por eso. Ella mejor que nadie sabe del arte de cuidar de lo que queda cuando se decide que una orquídea ya pasó su mejor momento.

viernes, 30 de septiembre de 2022

Sin vuelo en verso


Celebrar raíces 

no solo el fruto

color tersura

de flor colmada


Alivianar esta ingravidez

desde el silencio

la voz vacía

del nuevo día


Acariciar lo endeble

del tronco seco

de agua de lluvia

del cielo lágrima


 Fluyendo leve 

en el misterio

herida abierta

corteza áspera


Iluminando noche

oscuro cielo 

que no me ampara

 cada mañana


Sombras y luces 

de mi universo

hacerlas una

 sin añoranza


Cordura ausente

de mi desvío 

que urgente clama

por ser sanada


Lograr tejerme

en el presente de aquel pasado

que es lo que queda

que hoy es la trama


  sin la demanda

                                                     sin la exigencia

                                                                              sin vuelo en verso

                                                                         que me detiene.



viernes, 23 de septiembre de 2022

Mientras él vivió





Mike & The Mechanics - "The Living Years"

"Mientras él vivió"
(Traducción artística del inglés al español rioplatense)

Mi generación

Culpa a la anterior

Tantas frustraciones

Golpean al corazón


Soy un prisionero

De lo que él siempre anheló

Me encuentro secuestrado

Por sus miedos, su ilusión

Ojalá lo hubiese dicho

Mientras él vivió


Papeles arrugados

Llenos de imperfección

Conversación forzada

Es lo que nos quedó

Él insiste en no notarlo

Se empeña en su razón

No logramos un acuerdo

Aunque el tiempo es hoy

Hablamos dos idiomas

Defendiéndonos...


Fuerte y claro 

Con tu voz

Es preciso escuchar mas que oír

Tarde es al morir

Admitir que no se puede acordar


Así empieza la disputa

Entre el ayer y el hoy

Sacrificamos al futuro

La amargura a perdurar

No te rindas al destino

que es el sino al parecer

Hay otra perspectiva

en otro tiempo, otro lugar

Si no soltás, si no cedés

Tal vez eso esté bien


Fuerte y claro 

Con tu voz

Es preciso escuchar mas que oír

Tarde es al morir

Admitir que no se puede acordar


No estuve en la mañana

En la que falleció

No llegué a decirle

Lo que le quería hacer saber

Pero toqué su alma

Un tiempo después

Y escuché su eco

En el fruto de mi ser

Desearía haberle hablado

Mientras él vivió


Fuerte y claro 

Con tu voz

Es preciso escuchar mas que oír

Tarde es al morir

Admitir que no se puede acordar


Fuerte y claro 

Con tu voz

Fuerte y claro

Con tu voz

Es preciso escuchar mas que oír

No te rindas, no te rindas

viernes, 16 de septiembre de 2022

Mirar hacia adentro



   Cuando Carlos les dijo a sus padres, inmigrantes gallegos, que necesitaba algo de dinero para comprarse una cámara fotográfica Nikon, por entonces, de las de última generación, la respuesta vehemente que recibió al instante de boca de su madre, sin que pensara un minuto en lo que él deseaba como destino para su propia vida fue:

- ¿Pues para qué quieres tú eso? La fotografía no te ha de llevar a nada.... Mejor  ponte a estudiar en la universidad pública, como tus hermanos mayores lo han hecho. Podrías usar los libros que tu padre les ha comprado con tanto sacrificio , y seguir sus pasos. 

  Corrían los tiempos de "M'hijoeldotor" que alimentaba el orgullo de quien había llegado a la Argentina con una mano atrás y otra adelante, habiéndolo perdido todo en el terruño de la morriña eterna.




  Uno de los frutos de ese mismo árbol familiar, enraizado ya en la Argentina del retorno a la democracia, un día, a sus diecisiete años, fue consultada por su futura ocupación. Al contestar, vacilante, que se inclinaba por el arte, recibió, como una bofetada, mas o menos la misma respuesta que había recibido su tío de boca de su madre, pero de boca de quien sí se había convertido en "M'hijoeldotor", para orgullo de sus padres y para alimentar su enorme ego.

- ¿Para qué querés dedicarte a eso? Te vas a morir de hambre. Los artistas son todos "raros". Solo consiguen triunfar los acomodados o los que tienen contactos o influencia, los que se regalan para llegar a ser alguien, ¿Por qué mejor no hacés una carrera universitaria como la que hice yo, y te asegurás un trabajo digno y una forma de ganarte la vida? 

  Carlos encontró un empleo, y para, el disgusto de toda su familia, se compró el equipo fotográfico que tanto deseaba con sus primeros sueldos. Años mas tarde, adquirió su propio departamento, lejos de la casa de alquiler de su madre, ya viuda, se casó con una mujer que también fue desaprobada por su madre, formó su propia familia, y rompió con el mandato familiar utilitario del "para qué", no sin pagar el alto precio de convertirse en la oveja negra de la familia. 

   Sin embargo, con su arte, logró captar aquello que pocos veían en aquel árbol. De manera cristalina, su ojo, tras el lente de su cámara, dejó un valioso registro de miradas y gestos que hablan por todo aquello que nunca se animó a decir, aunque siempre pudo ver con su mirada artística más allá de lo que otros, que se consideran "normales", pueden ver. 

  Y el fruto de la rama de ese árbol que alguna vez también había soñado con ser artista, acató el mismo mandato familiar. El fotógrafo sabía que ella correría con su mismo destino. Vio en ella una imagen en espejo a través del ojo de quien sabe mirar y no solamente ve. Fue, quizás, el único capaz de captar la chispa del arte en esa mirada y esos gestos que no se cansaba de registrar en fotos. 



  La pregunta nunca debería ser para qué, y la respuesta ineludible viene de lo mas profundo del ser, el que no se ve, el que que nace para mirar hacia adentro.



"Hay cosas que se encienden

Y otras que se apagan..."



         
                    Niña Pastori con Miguel Poveda - "Ya No Quiero Ser" 

sábado, 10 de septiembre de 2022

El perfume de Dios


"Amas lo justo y odias lo que es malo;
por eso, Dios, tu Dios, te dio a ti solo
una unción con perfumes de alegría
como no se la dio a tus compañeros.
Mirra y áloe impregnan tus vestidos,
el son del arpa alegra tu casa de marfil." 

Salmos 45: 8 -10, La Biblia Latinoamericana.



   Caminando por la calle Tacuarí, en pleno centro porteño y en medio de un calor arrebatador, me encontré con un pituco local de esencias, fragancias, aceites y difusores aromáticos para ambientes, y una fila de personas en la puerta de acceso al negocio, todas con una bolsa entre las manos con la letra "E" impresa sobre ella. Como no es nada difícil tirarle de la lengua a un porteño, sobre todo cuando está practicando su deporte favorito, que, sin lugar a dudas, es hacer cola, me acerqué a una señora de cabellos blancos y le pregunté qué regalaban en el negocio.

-Regalar no regalan nada. Cobran bien caro... Esperamos para que nos cambien estos difusores. Cuando los compramos, nos hicieron oler la fragancia de un tester, y el perfume era riquísimo y bien persistente. Pero al llevarlo a casa, a todos nos pasó lo mismo: las varillas no huelen a nada...  ¡Una estafa!

- ¿Y cuál es la fragancia? - pregunté, curiosa.

- Alegría. - me soltó, muy apenada.


   Camino a la parada de colectivo, se me ocurrió pensar que toda esa gente haciendo cola o bien está desesperadamente deprimida o nunca debe haber pasado por una depresión en su vida. Recordé también alguna vez haber leído en un libro muy, muy amarillo, arrugado y perfumado, sobre fragancias y trucos para hacerlas perdurar, que el aroma de la alegría - de enérgicas notas cítricas, avainilladas y florales - se evapora ante el menor intento de comprarlo o de venderlo, ya que es la única fragancia del universo que no tiene precio. Las narices del mundo perfumero dicen que se asemeja al aroma que se desprende de entre los pliegues de la piel de un recién nacido. Algunos lo llaman "el perfume de Dios". Quienes alguna vez lo hemos perdido para volver a encontrarlo en las cosas cotidianas sabemos bien cómo huele y sabemos, además, que no se compra en frasquito.



 

Apropiación del cuerpo

           




El psi me da una consulta virtual una vez por semana.

Emplea un eufemismo, un diagnóstico impreciso,

que expide en receta por duplicado y por whatsapp

 con letra ilegible de médico: típico.

Siempre la encabeza:

"Receta de emergencia COVID-19

válida por 7 días".


"Trastorno de estado de ánimo", 

así él lo diagnostica, apelando al Manual DSM-5,

al pie de la lista de fármacos

que cuestan una fortuna...

Pero ambos sabemos bien

que de depresión hablamos,

acá, en Argentina, y hasta en la China...


De densos duelos yo vengo,

de ausencias, pérdidas,

menopausia y del puto barbijo grueso: gruesa como quedé yo.

Estuve tirada 

en el living, sobre el sillón,

con ganas de hacer casi nada

por meses y por semanas con el frío del calor.



El otro día el psi me dijo,

lo más tranquilo, en llamada entrecortada,

que, para salir de este estado maldito,

tengo que "apropiarme de mi cuerpo"...

¿De qué apropiamiento me habla?

Difícilmente esto que soy yo hoy podría lograrlo pronto...

Y encima después me pregunta: - ¿Estás apurada?




¿De cuál de todos mis cuerpos me estará hablando este tipo?

¿Del que fue, del que es o del que se avecina?

La verdad, hasta él mismo lo admite,

es más fácil para cualquier tipo no hacerse mucho problema

por pelos, canas, calvicie, panza, marcas del tiempo en el cuerpo y la cara...

Gorra con onda, anteojos de sol, barba freudiana, prolijita y arreglada, y listo. 

Todo eso está bien visto: fijate vos que a las minas nos resultan atractivos.



Yo añoro a aquella que fui hace un tiempo, no tanto,

sólo unos años, esos que pasan volando

- como aun escucho decir a las viejas de la familia...

Añoro a mi prístino rostro, mi largo cabello rubio, mis ojos y su mirada, 

mi baile con piernas firmes, mis senos erguidos, asibles,

mis brazos torneados de ir tanto a aquel gimnasio

que ahora, en la postpandemia, quedó cerrado.




                                    Añoro a aquella mujer que robaba las miradas,

a esa que, en cualquier esquina, ganaba piropos y bocinazos

miradas, piropos, bocinas que, ahora, liga mi hija, a quien adoro,

cuando a mi lado camina, muy de vez en cuando, claro,

por tener su rutina de estudios, novio, gimnasio y eternas salidas.

Mientras que yo aquí, enojada, sola y de madrugada, escribo

en el nido vacío, entre las prendas que ella dejó sembradas por toda la casa.





Hay que ser una mujer bien plantada 

en las raíces de la vida

- raíces que, a veces, parece, se van secando con el paso de los años -

para no desapropiarse de una misma,

con tanto cambio, tanto dolor, tanto vacío en el nido

para aprender a caminar de nuevo por esas calles de siempre 

sin desear andar cubierta por una capa de niebla.




Las mujeres de estos tiempos nos empeñamos en obedecer 

 los mandatos de la era del cuerpo perfecto y el "forever young".

A mí lo que mas me apena 

es que mis hijos me vean tan diferente a quien su madre era,

a esa madre que se sentía tan fuerte, tan plena,

esa mujer escindida entre ser mujer y madre, a quien la hacía bonita

el perfume que emanaba del sudor de aquel ahínco en la rutina del día a día.



- ¡Así es la vida, Señora mía!


Y antes de terminar la llamada,

al final de una consulta de unos 40 minutos, 

la ansiosa paciente pregunta, inocente y genuinamente:

- ¿Y cuánto demoran en hacer efecto todos estos remedios?

¿No se receta algún fármaco para la apropiación del cuerpo, Doctor?

Algo para derrotar a esta sensación corpórea de alma quebrada,

aunque resulte invisible, aunque pocos la comprendan y casi nadie la perciba.


viernes, 9 de septiembre de 2022

El día en que conocí a Borges

    

Relato ganador del Tercer Premio de Narrativa de la Biblioteca de Bomberos "José Manuel Estrada" - 2015, Provincia de Buenos Aires, República Argentina.





     Goyo había caído enfermo y andaba como un preso castigado deambulando a paso lento por la casa. Una hepatitis. Ni ganas de leer le quedaban al pobre después de varios días de fiebre alta, con un calor de perros y la invisible explosión de cohetes en el pesado aire. Su hermano más chico, Mariano, y su madre vagabundeaban por Adrogué sin saber bien qué hacer para llenar las horas de aquel interminable día del mes de diciembre que pasaría a lo más alto de los anaqueles de la historia familiar en la casona donde habían nacido cinco varones y donde se aburrían unos a otros con ahínco a diario: sólo los libros los salvaban. Y rompió aquella calma chicha el timbre. Corriendo fue el menor de los cinco a espiar por la cerradura para ver si era el cartero que traía alguna tarjeta navideña de los parientes de la provincia, pero no. Era un viejo con un ojo medio revirado, y entonces, como le habían dicho un millón de veces, no abrió la puerta para ver qué se le ofrecía al extraño señor de cabello engominado. Pero el señor insistió con otro timbrazo y suaves golpecitos de su bastón sobre el portón del frente, la curiosidad infantil le ganó la pulseada a la prudencia de las órdenes maternas y se entornó la pesada puerta blanca:


-Sí señor, dígame. ¿Qué se le ofrece?

-Vengo a visitar a Goyo. Soy Jorge Luis Borges. Seguro Goyo ha de ser tu hermano mayor. Él concursó en televisión contestando preguntas acerca de mis libros en ese programa tan afamado, Odol pregunta. Allí lo conocí y he venido a verlo. ¿Se encuentra tu madre para explicarle?

Volando fue Mariano a llamar a la madre, que se había tirado un rato sobre un sillón a la fresca en la sala de lectura con un libro y una taza de té helado. A la mera mención del nombre que hasta Mariano, con sus cinco añitos, conocía bien, nombre que figuraba en varios libros que habitaban la casa y que le había dado a su hermano mayor el dinero tan ansiado para comprarse ese caballo tan deseado, a la madre se le cayó la taza de la mano.

-¿Borges? ¿Borges, acá en la puerta, decís? ¿Estás seguro, Mariano? A ver, dejame ver.

Y era Borges nomás. Con su bastón de dandy porteño, un traje clarito y liviano y zapatos al tono. Colgando del dedo índice de la mano que no asía el bastón traía un paquete de macitas de la confitería Las Delicias atado con una cinta riboné color amarilla, como si portara una bandera que anunciaba que venía en son de paz y que este general de ciegas guerras con las palabras era el elegido heraldo de la visible y luminosa insignia de quien se había bajado del caballo al que nunca se había subido ni se subiría jamás.

La madre se sonrió y se arregló disimuladamente la blusa que llevaba medio desprendida en la penumbra del zaguán.

- ¡Ay, pero qué sorpresa tan inesperada, qué alegría, qué honor! Pase, Maestro, por favor. Goyito está en cama ahora. Se pescó una hepatitis los últimos días de clase y anduvo con fiebre alta por estos días. Pero pase, por favor, póngase cómodo, siéntase como en su casa, faltaría más. Tome asiento. Un momentito que lo voy a llamar.

Un risueño y entrador Borges insistió en que no se molestara a Goyo ya que no le convenía salir de la cama, que él subiría a su dormitorio, siempre y cuando le pareciera bien a la madre, y charlaría un rato con el pibe para no importunar. La madre se le quedó mirando: no podía creer que el tipo fuese tan sencillo, tan ubicado, y que, encima, tan elegante y tan bien puesto, se fuese a meter al nido de caranchos en el que se debía haber convertido la pieza de Goyo luego de que ella la aseara debidamente esa misma mañana. Se le ocurrió ofrecerse a llevar una bandeja para tomar el té arriba y así obviar la vergüenza que le iba a causar la entrada triunfal del Maestro.

-¡Estupendo!- exclamó Borges - Un buen té para acompañar estas masitas que he traído, pero qué gran idea. Aquí tiene, señora.

Y subieron por la escalera, con las masitas colgando del índice materno diestro ahora, el que mostraba el obvio camino ascendente. Con la otra mano, la madre tocó a la puerta, y Goyo preguntó con vozarrón de pocos amigos qué quería la vieja.

-Acá te vino a visitar Don Jorge Luis Borges, Goyito.

El pibe saltó de la cama y abrió la puerta de un zaque, sin disimular su excitación y sintiéndose totalmente repuesto. Era como ganar el Odol de nuevo, como sacarse la grande, qué se yo, era descomunal, un íntimo deseo jamás expresado pero al fin cumplido: ¡Borges vino al pie, a verme a mi casa de Adrogué! Tanto sabía de los pormenores de sus escritos, de su vida, tantas respuestas correctas que había respondido en la tele "con seguridad" en su "Minuto Odol en el aire", y ahora, por fin, lo tenía para él solo, sentado en la silla al lado de su cama donde había practicado en voz alta y soledad tantas veces para concursar en la tele.




   Charlaron de bueyes perdidos, de Adrogué, del colegio de Goyo, de sus planes de hacerse médico y luego viajar. Borges le relató algunas anécdotas de sus viajes, de la casa de Palermo, de su infancia, de sus veranos en ese laberinto amado, arbolado y circular que es Adrogué, perfumado de eucaliptos y suspendido en el silbido de las casuarinas en el viento de la tarde. En eso irrumpió la madre con la bandeja paqueta y las tazas heredadas que se reservan en todo hogar que se precie de tal para las visitas. Se le dio debida apertura al paquete de masas secas y se procedió a la ceremonia sajona que la madre de Goyo conocía bien, por ser de ascendencia irlandesa, la ceremonia del "five o'clock tea" en pleno verano porteño, como si tal cosa.

Fue Borges quien rompió el hielo que no se derretía ni bajo el enorme ventilador de pie de la pieza de Goyo con su recuerdo perenne de su propia madre, quien le había legado ese gusto por el té inglés y por las buenas canciones irlandesas.

-¿Y cuál era su favorita, Don Borges? Le pregunto porque mi mamá me cantaba siempre una que dice más o menos así, a ver si la conoce Usted, y disculpe si no entono del todo afinado:

"Oh Danny Boy, 
The pipes, the pipes are calling 
From glen to glen, and down the mountainside. 
 The summer's gone, and all the roses falling. 
 ´Tis you, 'tis you, must go and I must bide. 

-Pero, caramba, Señora mía, ¿cómo no la voy a conocer?

Y se pusieron a canturrear juntos, entre lagrimones, la madre, Borges y Goyo, extasiado ya de tantas masitas para el cuerpo y para un alma que grabaría este momento a fuego en su memoria:

"But come ye back 
When summer's in the meadow 
 Or when the valley's hushed and white with snow, 
 ´Tis I'll be here in sunshine or in shadow. 
 Oh Danny Boy, Oh Danny Boy, I love you so."