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miércoles, 29 de septiembre de 2021

La generosidad


"Kindness, Naomi Shihab Nye - 1952-



Before you know what kindness really is
you must lose things,
feel the future dissolve in a moment
like salt in a weakened broth.
What you held in your hand,
what you counted and carefully saved,
all this must go so you know
how desolate the landscape can be
between the regions of kindness.
How you ride and ride
thinking the bus will never stop,
the passengers eating maize and chicken
will stare out the window forever.

Before you learn the tender gravity of kindness
you must travel where the Indian in a white poncho
lies dead by the side of the road.
You must see how this could be you,
how he too was someone
who journeyed through the night with plans
and the simple breath that kept him alive.

Before you know kindness as the deepest thing inside,
you must know sorrow as the other deepest thing.
You must wake up with sorrow.
You must speak to it till your voice
catches the thread of all sorrows
and you see the size of the cloth.
Then it is only kindness that makes sense anymore,
only kindness that ties your shoes
and sends you out into the day to gaze at bread,
only kindness that raises its head
from the crowd of the world to say
It is I you have been looking for,
and then goes with you everywhere
like a shadow or a friend.





La generosidad, 
Poema de Naomi Shihab Nye, 1952.

Para saber lo que es 
en verdad la generosidad
deberás perder cosas,
sentir que el futuro se disuelve en un 
instante
como la sal en un guiso soso.
Lo que tenías en la mano, 
lo que contabas y 
cuidadosamente guardabas,
todo esto debe desaparecer para que aprendas
cuán desolado el paisaje puede 
llegar a ser
en las regiones de 
la generosidad.
Cómo podés andar y andar
pensando que el ómnibus nunca va 
a parar,
los pasajeros comiendo polenta con pollo
mirando por la ventanilla 
eternamente.

Para aprender lo que es la tierna 
gravedad de la generosidad
deberás viajar donde el 
Indio en su poncho blanco
yace muerto al lado del 
camino.
Deberás darte cuenta de que podés 
ser vos,
como él también fue alguien
que viajó de 
noche con planes
y el simple aliento que 
le daba la vida.


Para descubrir a la generosidad como 
la cosa más profunda dentro tuyo,
deberás conocer el dolor como
la otra cosa más profunda todavía.
Deberás despertar junto al 
dolor.
Deberás hablarle hasta que tu 
voz
hile las madejas de todos los 
dolores
y veas el tamaño del tejido.
Sólo entonces es cuando la generosidad
cobrará sentido,
esa generosidad que ata los cordones de tus 
zapatos
y te fuerza a comenzar el 
día en busca de tu pan,
esa generosidad que te fuerza a levantar 
la cabeza
de la multitud del mundo
para decir
Es a mí a quien buscabas,
y entonces vaya con vos 
a todos lados
como sombra o como amiga.




martes, 21 de septiembre de 2021

Girasol de agosto

 

"El Girasol", Gustav Klimt, 1906-7, Óleo sobre lienzo.



       El viaje no fue un viaje externo sino un convite, una necesidad desplazada por largo tiempo, de mirar hacia adentro. Me viajé entera. Viajé por todo el pasado vivido, gozado y padecido que recuerdo, con lagunas aquí y allá, con campos bien arados, otros resecos, y unos cuantos inundados o simplemente abandonados, yermos. Los recuerdos de mi pasado tienen una geografía semejante a la de ese paisaje sobre el cual mis ojos por fin descansaban de tantas lágrimas tras la ventanilla en aquella mañana soleada y ventosa de agosto en la que hui de lo que me quedaba de los míos y de mi casa. Y las sombras lánguidas de los árboles a la vera de la ruta se me hacían las emociones que me habían habitado en distintos momentos, asomándose por la ventanilla de mis vivencias en los momentos más trascendentales de mi existencia. Había mucho miedo en esas sombras largas e irregulares. Había parvas de inseguridad y un gran fardo de falta de coraje y autoestima sobre esos campos que se perdían en el horizonte limpio y borroso del mediodía. Los molinos de viento desdibujados por los reflejos del sol eran la representación de mi perenne necesidad de llamar la atención del viento, de decir "¡Aquí estoy: esta soy yo, y estoy deseando volar!". Esa necesidad de validación y de amor incondicional que nunca había encontrado en los vientos familiares hasta que decidí que me las iba a prodigar yo misma. Hubo un tramo de la ruta en el que atravesé un campo lleno de girasoles florecidos en pleno mes de agosto. Una rareza que presentí como un signo, un presagio, mi única compañía y consuelo. Se me ocurrió que esos girasoles, regodeándose bajo el poderoso sol del mediodía, habían logrado encontrar el zenit que yo nunca me permití salir a buscar en mi propia vida. Yo deseaba ser un girasol de agosto. Aunque hasta esa madrugada, había vivido como las vacas que pastaban sobre los campos y buscan sombra al mediodía: cubriendo mis necesidades básicas, haciendo aquello que de mí se esperaba, dejándome preñar, amparándome bajo carteles cuando llovía, produciendo leche para alimentar, amamantando a mi cría, pero siempre dentro de los límites de un campo arado y cercado, sin asomar la cabeza fuera del perímetro de lo que se me presentaba como lo seguro para ver que había más allá de lo que yo creía era la verdura habitable para mí. Nunca una aventura. Un intento de fuga como este. Una travesura. Una osadía. Era tan aburrida como una vaca, sí... Definitavemente. Y así me sentía: aburrida de la vida. Me conectaba con ese deseo verde y amarillo de ser un girasol de agosto, ese deseo eterno y rebelde de vivir regida sólo por el sol y regada sólo por la lluvia, de conectar con las raíces más profundas de la tierra, de lo simple, lejos de la ciudad, un girasol de agosto  mecido por el viento, sintiéndose solo y único, una rareza, vamos - que ni yo misma jamás termino de comprender ni de aceptar -, condenada a ser siempre eso: una rareza para el resto de los girasoles bajo el sol de agosto en el campo.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

En los campos de Flandes



  "AMAPOLA" 
OBRA DEL ARTISTA GABRIEL PASCHETTA
2021, CÓRDOBA, ARGENTINA.






EN LOS CAMPOS DE FLANDES

POEMA DE JOHN McCRAE, 1915.




En los campos de Flandes, las amapolas florecen.

Fila tras fila, entre las cruces

Que señalan nuestras tumbas; y en el firmamento

Aún cantando aguerridas, las alondras alzan vuelo

Apenas audibles por el tiroteo del campo allá abajo.


Somos los muertos. 

Hace apenas unos días,vivíamos, celebrábamos la aurora, 

contemplábamos el arrebol del ocaso,

Amábamos y éramos amados, y ahora yacemos

En los campos de Flandes.

 Contra el enemigo continúen peleando:

Con manos abatidas, a Ustedes les pasamos

Esta antorcha: que sea de Ustedes para mantenerla en alto.

Si Ustedes nos deshonran a quienes perecimos,

Jamás encontraremos descanso, aunque las amapolas florezcan

En los campos de Flandes.





PARA QUE NO OLVIDEMOS...

viernes, 3 de septiembre de 2021

Negligencia




"Yo creo que la vida de pronto nos parecería maravillosa 

si sintiésemos la amenaza de que vamos a morir mañana, 

           como algunos dicen que sucederá. 

Piense en cuántos proyectos, viajes, romances, estudios, ella 

                                                        - nuestra vida - 

nos esconde, ocultos 


debido a nuestra propia vagancia que, segura  

                                           de su futuro, los pospone incesantemente.


Pero haga Usted de esta amenaza un imposible 

                                                                       y verá qué bella ella se pone nuevamente 

¡Ay! Si tan solo el cataclismo pasara de largo esta vez, seguro 

no nos perderíamos la oportunidad de visitar las nuevas galerías del Louvre,
 
ni de caer a los pies de aquel amor de nuestros sueños
ni de hacer ese viaje a la India.

El cataclismo no sucede y entonces nosotros no hacemos nada de todo eso porque nos encontramos de nuevo en la zona de confort 

de nuestra vida cotidiana, 

donde 
      la negligencia adormece el deseo

Aun así, no habríamos necesitado del cataclismo para amar 
la vida tal como es hoy



Habría bastado con pensar que somos humanos, 

 y que la muerte puede llegar 

                              esta misma noche."


                                                                                                        Marcel Proust