Algunas veces parece que se me pierde
Como una ola que bajo el sol se mece
Y que viene a morir sobre mis propias plantas:
Entonces todos mis días se oscurecen.
Mas esta tarde tibia ella me sorprende
Con un fulgor casi adolescente,
Con un murmullo de voces olvidadas
Que al susurrarme de nuevo me estremecen.
Alguna gente le puede llamar suerte,
Otros podrán decir que se trata de esforzarse,
Mientras que yo prefiero sentarme y esperarla,
- Aunque seguro la juzgarán insuficiente -,
Con mis cuadernos abiertos al poniente,
Con la avidez de manos áridas y torpes,
Con mis navíos de velas desterradas,
Con dos certezas y dos mil frustraciones.
Y cuando al fin me llega y me posee
En una tarde que la insinúa asequible
Le hago una fiesta que aspira a ser poema
- Aunque en el último verso me traicione -,
A mi adorada y esquiva inspiración poética.