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jueves, 17 de junio de 2021

Present Perfect

     

Manuel Belgrano


     Amaneció tarde, y el sol que asomó entre las ramas de los plátanos porteños no calentaba ni alumbraba. Las verederas estaban resbaladizas, húmedas del rocío matutino, y los pibes iban entrando de uno a uno, en fila india,  lentos y desperezando, como los gatos del barrio, fregándose las lagañas pegadas a los vértices del lagrimal, que lloraba por otro día mas así en la escuela. Las maestras estaban recién desayunadas, agarradas de sus travel mugs térmicos de café instantáneo, y emponchadas como gauchos, con gorros de lana con pompones de colores, botitas bajas forradas de corderito y hasta guantes de lana. Todo dentro de la escuela se sentía bizarro con las ventanas abiertas. Y a pesar del chiflete que corría por los patios y los pasillos en penumbra, los pibes se sentaron como soldados en sus bancos asignados justo donde estaba la marca roja sobre el piso que indicaba la distancia prudencial que se debe observar entre seres humanos ahora que estamos en el cole en pandemia. La profe, que tenía que arrancar la primera clase de la mañana, tuvo que encender las luces del aula a oscuras, que los pibes ni encendían para robarle al día unos minutos más de sueño. Nadie estaba en verdad contento. Clase de inglés a la primera hora de la mañana en un quinto año que no sabe si se va de viaje de egresados o si tendrá ceremonia de entrega de títulos, con dos bajas por contagio hasta el momento, que siguen la clase por su celu.


   Con total parsimonia, y a sabiendas de que su presencia no era bienvenida, la profe se tomó un buen rato para llenar el libro de temas, previa desinfección con un rociador con alcohol. Luego, a regañadientes, se puso de pie, tomó el marcador recargado que le suele proveer Secretaría, y se dio vuelta enfrentando la pizarra blanca todavía limpia. El murmullo del aula se alzó en sentida protesta. La profe sabía a ciencia cierta que sus alumnos de diecisiete años se habían quedado levantados mirando MasterChef Celebrity, chateando y soñando con otra realidad posible en las redes hasta bien entrada la madrugada, y se veía en el deber docente que la empujaba hacía mas de veinte años a arremeter con el Present Perfect que tocaba en el programa, y que caía justo en la Unidad 5 del bodrio de libro de texto que ni siquiera se le había permitido elegir para sus clases.

   Elevó su cabeza, fijó la vista en el cuadro de Belgrano que presidía el aula, y una vez más, se preguntó que hacía ella allí adentro... También la profesora, que caía rendida a las diez y media de la noche sentada en su sillón de mirar tele después de cubrir sus clases en tres colegios diferentes dentro de la ciudad, se preguntaba asiduamente si no existiría otra realidad mejor y posible más que la de enseñar el Present Perfect que, de todas maneras, nadie aprende a usar bien en inglés, y que casi ni hace falta si se saben el Simple Past... Tantos años de estudio en el Profesorado Nacional, tanto leer a Shakespeare, tanto estudiar historia inglesa, literatura, lingüística, fonética y gramática, para terminar un martes a las 8 de la matina intentando enseñar el Present Perfect a una burbuja de 15 adolescentes dormidos y mal olientes detrás de sus barbijos, enfundada hasta los dientes detrás de su propio barbijo tricapa ANMAT, comprado especialmente y pagado de su flaco bolsillo, en medio de una guerra con las ventanas abiertas de par en par.