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viernes, 9 de septiembre de 2022

La que te ama de verdad




Querido mío, 
mujeres hay de todo tipo:

las hay felinas,
 que jadean, aúllan, ronronean,
gruñen, arañan y hasta patean;
mujeres que, cual aves,
se elevan, aletean y planean.
Hay mujeres unicornio:
con sus alas te cabalgan
y te vuelan los sentidos
- es probable que jamás las hayas visto.

Mujeres hay de sabia lengua,
 silabean, riman, cuentan para componer poemas.
Están las tímidas: languidecen y desaparecen
o se sonrojan y se sofocan.
Están también - y esto es sabido - las trapecistas y equilibristas,
las que al mecerse te estremecen, 
te escalan, te trepan, te hamacan, 
te ombliguean y te marean.
Se sacuden, se menean, se contorsionan,
te cuerpean, te desmayan y ni parpadean.

Hay mujeres que se transpiran y hasta se orinan,
que se adelgazan o bien se ensanchan,
crecen, rejuvenecen, se plenifican, 
se entonan, se estiran, se tonifican,
se potencian, se vengan, se reivindican,
se inmolan, se purgan, se resucitan.
Las que se salvan y te redimen,
las que te atan y te maldicen:
tiemblan, tiritan, se erizan,
se arquean, deliran y vociferan.

Te presienten y así te encienden,
 voraces cómplices, de risa mueren,
te arden, te queman y te refrescan;
paradójicas, histéricas, locas,
te vacían y te colman, te hambrean y te alimentan:
carnívoras, tal vez omnívoras,
te engullen, te mastican, te saborean, te paladean, 
te pican, te cosquillean,
te besan y te envenenan, 
te poseen y así te enloquecen.

Mujeres hay de toda clase,
pero quiero que sepas lo siguiente:
la que de verdad te quiere
es la que llora cuando llega
- tomála en serio, Señor mío,
jamás de una así te burles,
ni se te ocurra subestimarla,
de llanto fácil tildarla.

La mujer para quien
el placer deviene lágrima,
la que al cabo de alcanzar
ese fragor de intimidad y de carnal eternidad
en el que, amantes, los dos se funden
en orgásmica pleamar,
se deshace en pucheros y sollozos
sin poder evitar así rezar:

"Ay, Dios mío, 
que sea yo la primera de los dos
en partir de este mundo,
te lo pido por favor."

...Esa es la que te ama de verdad.

Subjuntivo

                                                     



                                                   Debería quitarme el Subjuntivo,

                                                        ese modo sutil y complicado

de querer el calor cuando hago frío,
de preferir tu seco a mi mojado
y de añorar aquello que no ha sido
desperdiciando así mi Indicativo.


Debería quitarme de los labios
la expresión cotidiana del deseo
que a una magia falluta subordino,
todo eso que cuelgo del destino
para cuando de cambio sople el viento 
haciendo impersonal a mi albedrío. 


Debería empezar esta mañana 
abonando la tierra de esto tengo,
desmalezar a mi jardín del ojalá,
con mis muertos enterrar a mi pasado, 
asumir que mis miedos son mis riesgos 
y desterrar como hereje a la esperanza 


de ser otra en el tiempo, de otra horma, 
una mujer sin nido pero alada,
una que vuela más alto y ve más lejos...


Yo debería, vida, mas no puedo:
el deseo es el as bajo mi manga
y yo llevo al Subjuntivo en el alma.

Del color de febrero

                                                         

                                                               Tanto afán por perdurar,

 por cumplir un año más,
tanto brindar y celebrar
por otra meta a alcanzar,
por otro sueño a realizar...

Solo la cordura pido
de acordarme siempre de esto
— mi plegaria en el silencio  :
 la vida me arde como el fuego
y es del color de febrero.

Que no me olvide nunca de eso:
que la vida no es llegada ni partida
sino andar de travesía,
como agua cristalina
entre piedras del desierto.

(Fuego y agua: aquí van mis tres deseos...)

Que me asista la humildad
de estar siempre bien parada
para recibir la oleada.
Que la fuerza de mi viaje
sea un prisma singular.

 Que en el libro que yo escriba
nunca editen mi destino,
que nada haya de ejemplar
en mi propio capítulo,
ni se espere un gran final.

Los secretos culinarios del amor

 

"La vida entera transcurre en la cocina."

Marcela Serrano, "Nosotras que nos queremos tanto".





Los secretos del amor son culinarios:
en el amor, igual que en la cocina, 
 se bate, se amasa, se tamiza,
 se revuelve, se vierte, se alisa,
se rellena, se decora y se atempera;
las cosas claras y el chocolate espeso.  

El horno no está siempre para bollos
y a veces todo sólo sabe a nada,
otras, en cambio, la boca se hace agua,
pasan días sin comerla ni beberla,
noches en que, con aguardiente, nada se siente,
 hambrunas y tiempos más fartucos.

En la cocina, igual que en el amor,

algunas veces te cuelgan la galleta
y las migas que te dejan son eternas,
otras, el hambre se junta con las ganas,
picoteando te arruinan la comida
y quien atiza el fuego es el demonio.

"Lo que no engorda, mata", decía mi abuela 
 - una ley aplicable en el amor.
Quiero morir, mi bien, 
plena de pulpa y pimienta,
de mariposas la panza llena,
y en la cocina, flotando en tu olor.

Te digan las rosas



"Te digan las rosas todo lo que yo te quería decir"
, leía la esmerada tarjeta, en cuidada y masculina cursiva, que llegó a su oficina coronando un magnífico ramo de rosas rojas aquella mañana después de la noche en la que se habían citado por primera y única vez. 


-Pobre tipo, sus buenos mangos le habrán costado...

La llamó por la tarde, confiado de haberla ganado. Ella puso mil excusas, que hoy estaba cansada, que mañana no podía, que el fin de semana se le complicaba. 

- ¿Qué pasa, linda? ¿No te gustaron las rosas?

- Es que a mí las rosas no me dicen nada...